Lo mejor de 2008, Animal Collective, Matt Elliott, Joe Crepúsculo, Teddy Thompson, Laurent Cantet, Bowerbirds, Tex La Homa, Abe Vigoda, Manel, Jóhann Jóhannsson, John Martyn, Genesis P-Orridge
¿Hay vida después de “Strawberry Jam”? Sin duda. Responde al nombre de “Merriweather Post Pavilion”, a editar en España el 12 de enero, y sitúa nuevamente al inclasificable Colectivo Animal en el centro de todas las miradas. ¿Responde a las expectativas creadas? ¿Marca un nuevo kilómetro cero en su libérrima concepción del pop? David Portner (Avey Tare), Noah Lennox (Panda Bear) y Brian Weitz (Geologist) tienen las respuestas.
Como Holly Martins, el idealista amigo de Harry Lime en “El tercer hombre”, Matt Elliott se da de bruces contra el mundo depravado que nos envuelve. Pero a diferencia del personaje de Graham Greene, Elliott no escribe novelas baratas, sino grandes álbumes. Su reciente “Howling Songs” amplía logros anteriores y marca un punto de inflexión.
Tras cuatro discos como “singer-songwriter” tradicionalista, alimentado de materiales nobles, el londinense-californiano estrena traje nuevo en “A Piece Of What You Need”, un disco en el que desliza sus mismas angustias post-románticas con un acabado más pop. La obra que, si el mundo se rigiera por la lógica, debería divulgar definitivamente al hijo de Richard y Linda Thompson.
2008 ha visto cómo se producía la mayor recesión económica a nivel global en décadas, con la amenaza de que el panorama se agrave este año. Y mientras el sistema capitalista mostraba su vulnerabilidad, Barack Obama, presidente pop por excelencia, se convertía en el primer afroamericano en ocupar el trono de la Casa Blanca. Al tiempo, Norteamérica (y, por ende, el resto del mundo occidental) volvía a mirar a África para reinventar el afroindie y convertirlo en el fenómeno de moda. Ha sido este uno de los pocos señuelos que nos ha hecho evitar pensar en una crisis creativa en lo musical, con un panorama dominado por el revival continuo, la industria todavía perdida y sin saber cómo redefinirse y el circuito de directos más boyante que nunca, pero con el presagio de que está a punto de pinchar como la burbuja inmobiliaria. Entre todo ello, Bristol vuelve al mapa y Portishead pone fin a una década de silencio de un modo que ni los más optimistas habrían soñado.