Pixies, The Breeders, Throwing Muses, The Lemonheads, Buffalo Tom, The Julianna Hatfield Three... Mission Of Burma, incluso. Todos los grupos que fueron algo en el rock alternativo del área de Boston en los años ochenta y noventa han acabado volviendo en este siglo en una suerte de bucle temporal que, en según qué casos, parecía más alentado por el oportunismo que por verdaderas razones creativas. Belly eran los únicos que se resistían a la ceremonia de resurrección hasta que, en 2016, sorprendieron volviendo a los escenarios. En concreto, la formación que se despidió con “King” en 1995: Tanya Donelly (voz y guitarra), Thomas y Chris Gorman (guitarra y batería, respectivamente) y su última bajista, Gail Greenwood. Durante los veintitrés años transcurridos entre la primera disolución de la banda y este tercer álbum, Donelly ha estado en un segundo plano, con la música aparentemente lejos de ser su primera opción vital. Publicó cuatro prescindibles álbumes entre 1997 y 2006 y, lo último, la colección de EPs “Swang Song Series” (2013-2014).
“Dove” parece crear la ilusión de ser el álbum que Belly habría grabado en 1996, fiel a sus tradiciones de ser titulado con una palabra de cuatro letras, con portada y canciones de espíritu similar. Sin embargo, el anacronismo del intento se advierte en la total falta de magia de su contenido. El bajonazo es tan directamente proporcional a los casi cinco lustros transcurridos como el experimentado entre el citado “King” y su resultón debut, “Star” (1993). Hay algunos momentos interesantes de guitarra, algún detalle lírico, un par de agradables destellos de luz (“Girl”, “Stars Align”), pero, en general, la sensación es insulsa, aséptica. Un regreso innecesario.