Betunizer suben la apuesta. Se saben en racha. Sus discos (“Gran veta” es el tercero) cada vez molan más, igual que sus conciertos, las fotos de promoción y las portadas de sus LPs. Su forma de vida es ser los amos, en cualquier circunstancia y situación posible. Te dan de collejas, te escupen en los zapatos y te roban la cartera. No tienen ningún problema en enriquecer su discurso con The Ex, Za!, Unicornibot, Sonic Youth, No More Lies o Jesus Lizard –y rinden tributo en sus canciones–, pero en realidad no hay nadie como ellos.
Sería absurdo afirmar que el trío valenciano ha madurado y que está haciendo canciones más cerebrales, pero sí que es cierto que “Gran veta” es su disco más equilibrado y en el que aparecen algunas de sus mejores composiciones. Podríamos decir que están en su fase “Fear Of Music” (Talking Heads, 1979): hay jolgorio, ritmillo constante y ráfagas de mala leche, pero todo parece bastante pensado, como si flirtearan constantemente con ese punto G que hace que las cosas se descontrolen irremediablemente. Betunizer suenan negros y blancos a la vez. Modernos y ancestrales. Los aficionados a los sonidos contemporáneos se encontrarán aquí como en casa; un troglodita teletransportado por error a uno de sus conciertos, también. Aquí hay para todos.