Mark Cunningham, el mito de los subsuelos anti-rock, sigue con el viaje que lo consagró al frente de Mars, aquella bendita anomalía de ruido eterno que dio pleno sentido al término no wave. Más de tres décadas después, la herida sigue abierta y “Dark Energy” es la nueva llaga bastarda a cicatrizar. Por momentos, podríamos pensar en el Miles Davis oceánico de “In A Silent Way” (1969) buscando entre mares revueltos en las antípodas de la esencia funk. Un what if? que cobra forma desde los primeros no-compases de “Dragon Tree”.
Para esta nueva mutación como Blood Quartet, Cunningham se ha acompañado de los tremendos Murnau B., que siembran un cosmos amorfo sobre el que planea su trompeta a la deriva. La sangre fluye a borbotones –“String Theory”–, pero también dibuja moldes de haikus imposibles: tormentosos (“Dark Energy”) y espirituosos (“Luminesce”). Por su parte, “Gravity Pull” prefiere la tracción horizontal mientras colisiona la violencia sexual de los Stooges –¡ese bajo metronómico!– con litros de abstracción jazz. Como contraste ideal, el cierre sobrevuela a través de “Dragon Tree Reprise”, un viaje hasta un caudal de fourth world mefistofélico. Un punto y final soberbio para una experiencia de las que hacen pupa.