Pese a las aisladas y hasta poco relevantes incorporaciones en algunos temas de guitarra, bajo, saxo y flauta, los ritmos secretos de Burnt Friedman y Jaki Liebezeit siguen conformándose en base a un despliegue a veces muy minimalista de teclados electrónicos por parte del primero y, sobre todo, y resulta redundante decirlo, pero así es, la métrica percusiva inevitable del ex batería de Can. Sin la particular y tan reconocible forma de baquetear de Liebezeit, posiblemente nada habría sido lo mismo en Can, ni en tantos herederos que la banda alemana ha dejado en la música electrónica, el post-rock y el mismo krautrock de la época, ni por supuesto en la serie de “Secret Rhythms”, que alcanza ya la cuarta entrega en modélica progresión.
No es que los cuatro discos sean intercambiables entre sí, sino que forman un tejido que se va extendiendo poco a poco, muy flexible, incorporando nuevos matices a cada entrega. La cuarta resulta algo más atmosférica –hay un tratamiento de teclados que hace que suenen a melotrones, pero sin ampulosidad alguna; recuerda mucho al art rock de la primera mitad de los años setenta– sin dejar nunca de lado las hipnóticas figuras percusivas que propone un Liebezeit para el que no pasan los años, no tanto en el sentido físico –su forma de tocar casi al metrónomo no necesita de fuerza pero sí de paciencia– como en el imaginativo: Europa y África, jazz, rock y sonidos tribales se citan e intercambian solo con escuchar cualquiera de sus ritmos.