Sonar fresco es algo que se tiene o no se tiene, y no hay forma de definirlo o capturarlo o retenerlo. Cohete lo tienen. Lo tienen que te cagas. Suenan frescas sus melodías extrañas y frescas las guitarras, frescas sus letras frikis y muy, muy frescas las armonías vocales casi ye-yé que, partiendo del pop de los años sesenta, no suenan revival ni por asomo.
Por cierto, Cohete hacen pop: canciones molonas de dos o tres minutos con una instrumentación tan original –formato clásico de banda de dos guitarras muy bien complementadas, con teclados y vientos, pero no de soul– que no se sabe quién manda más en esta república, si la composición o los muy trabajados arreglos.
Entre la nueva ola y el pop heterodoxo de los ochenta, Cohete recuerdan a El Niño Gusano pero también a Los Ronaldos. Ojo, no quieren que se les malinterprete: se autoeditan y están bien relacionados en el underground, pero quieren hacer pop que pueda silbar cualquier hijo de vecino, no ser ejemplo del nuevo indie madrileño.