Se me ocurren varias formas de interpretar y calificar este disco y, créanme, todas ellas laudatorias. Ya sea como un estupendo trabajo de búsqueda en los límites de las posibilidades sonoras del saxo tenor o bien como un estupendo ejercicio de composición e interpretación instrumental –valiente y liberador–, el segundo disco en el haber personal de este asiduo colaborador de artistas como Arcade Fire, Tom Waits, Feist o TV On The Radio, entre otros muchos, debería interpretarse como una obra difícil, sí, pero que finalmente da al oyente tanto como le exige (y al fin y al cabo, de eso trata cualquier obra de arte que se precie de serlo, ¿no?).
Grabado en riguroso directo, sin overdubs ni efectos, jugando con la disposición de veintitrés micrófonos repartidos por la sala de grabación, Colin Stetson ha registrado estos catorce cortes sin ayuda instrumental adicional (sí ha contado con las colaboraciones vocales –inspiradas y acertadas– de Laurie Anderson y Shara Worden de My Brightest Diamond), lo cual no hace sino acrecentar el sentido de acierto en la ejecución de unas piezas de experimentación que en ocasiones tanto podrían recordar los arpegios infinitos de la guitarra de Robert Fripp como las locuras free de los japoneses Ruins. Un interesantísimo disco de un músico de formación clásica con alma de punk que con su espléndida forma de tocar es capaz de sonar más fuerte que toda una banda de rock al completo. Furioso y genuino.