¿Qué hace Steve Shelley, de Sonic Youth, encerrado en un viejo granero de heno en las montañas Catskill (una extensión de los Apalaches en el estado de Nueva York)? La respuesta es fácil: producir el nuevo álbum de Israel Nash Gripka, “Barn Doors And Concrete Floors”, en el cual también toca la batería. Hijo de un pastor baptista sureño, el cantautor de nombre difícil de recordar decidió escapar del cemento de la Gran Manzana para refugiarse en una granja y grabar allí su segundo trabajo tras el debut “New York Town” (2009). El objetivo era crear un entorno donde nada importara excepto la reunión de unos amigos haciendo música de la forma más simple.
Al escuchar a Gripka es inevitable pensar en referentes como el Neil Young más country, Steve Earle y, por qué no, hasta Springsteen, algo que ya queda claro desde el primer tema, el épico “Fool’s Gold”. La sensación persiste en los más campestres (vía violín, mandolina y banjo) “Drown” (con perro ladrando al final; las cosas de grabar en el campo con las puertas abiertas) y “Red Dress”, el rotundo himno “Louisiana” (digno de The Band), la balada folk más desnuda a lo John Hiatt “Belwether Ballad” y el dylaniano “Black And Blue”. La pedal steel de Rich Hinman cobra un especial protagonismo en el luminoso “Four Winds” y en el solemne y atmosférico "Goodbeye Ghost”.
Entre el country y el rock, entre las puertas del granero y los suelos de hormigón, entre el campo y la ciudad: así es el sonido de Israel Nash Gripka.