Dejemos todo de lado e intentemos acercarnos a “Signature”, la caja que reúne la discografía remasterizada de John Lennon (también disponible por separado) más el doble CD “Singles & Home Tapes”, con una mirada relativamente limpia. Más allá de cualquier tipo de consideración adicional, ¿qué es si no el retrato artístico de un hombre afrontando una madurez tortuosa a quemarropa?
Pero empecemos por el principio. Y en el principio fue el trauma, un dolor que ha sido ampliamente documentado, obviamente encuadrado en la ruptura de los Beatles y en el abandono de la alegre camarilla de los 20 años, el mismo que hundió a Paul McCartney en una breve fase alcohólica y lo-fi y ahondó la inclinación espiritual de George Harrison, y que Lennon magnifica hasta convertir en paradigma. Se diría incluso que en este período, con la publicación de “Plastic Ono Band” (1970), quiso encarnar toda la angustia y desconcierto de la humanidad: es el primal scream que aulló al final de “Mother” inducido por la terapia psicológica del Dr. Arthur Janov pero que podemos trasladar incluso a la totalidad del sonido Lennon; en términos radicalmente distintos, sus discos fueron los únicos que, globalmente, siguieron teniendo la ambición sónica de los Beatles. Tal vez sea en este álbum donde se pueda poner algún reparo a la tarea de remasterización; realizada con el mismo cuidado y calidad técnica que en el caso de las recientes de The Beatles, aquí se engrandece el tremendo trabajo de Ringo Starr en la batería y Klaus Voormann en el bajo, ya subrayado por la producción de Phil Spector, pero se pierde un punto de aridez esencial. Hay, evidentemente, mucho más en uno de los grandes clásicos del siglo XX: el “The dream is over” que cerraba “God” terminaba con los sesenta e inauguraba la vertiente introspectiva e individualista de los setenta (la era del singer-songwriter, que empieza aquí).
Tras la terapia de choque, es obvio que Lennon se siente reforzado, con ganas de nuevo de acometer empresas ambiciosas que le devuelvan a la primera página comercial, incluso con un punto chulesco. Solo desde este punto de vista puede entenderse “Imagine” (1971), disco empañado por la fama mundial de su canción titular, y que fijará la imagen pacifista de Lennon en el ideario colectivo. La verdad es que se trata de un gran disco de baladas soberbiamente arregladas, con toneladas de azúcar y un elenco de músicos de primera línea, donde Lennon se luce por fin en el terreno de la intimidad sentimental; pocos peros se pueden poner a “Jealous Guy”, “Oh My Love”, “How?” y “Oh Yoko!”.