“El problema de muchos grupos es que se ponen una perspectiva que no es la adecuada. Piensan en el público o en otras cosas, y por eso salen los truños que salen, como Vetusta Morla”, aseguraba no hace mucho uno de Los Punsetes en una entrevista que remataba con un sabio y directo “hay que hacer lo que te salga de los huevos”. Pues bien: todo esto viene a cuento porque los vascos McEnroe parecen haberse aplicado el cuento para firmar “Las orillas” y dejar que sean las propias canciones, con sus giros y sus caídas en picados hacia abismos emocionales, las que den sentido a su sonido.
El drama, la melancolía y las aguas turbias del amor siguen ahí, alimentando las mismas calderas que abastecieron el desolado “Tú nunca morirás” (2009), pero el espíritu de derrota, ese dolor que se filtra gota a gota en los versos de “Agosto del 94”, “La Palma” o “Vistahermosa” es aún más nítido y palpable. La producción de Raúl Pérez, más concentrado en quitar que en poner, ayuda lo suyo, pero es ese tránsito entre el rock desnudo y el folk urbano, entre la envolvente emoción de “Las mareas” y la tormenta interior de “Arquitecto”, el que acaba por trazar el plano de un sonido se diría que definitivo mientras los de Getxo hacen de tripas corazón para plantar bandera en ese folk atormentado y hecho pedazos que, mirando de reojo a los Red House Painters, consigue hacer creíble la más honda de las tristezas.