Arranca “She Found Now”, con sus guitarras etéreas y su voz fantasmal. Te restriegas los ojos y aplauden los oídos: sí, Kevin Shields nunca fue de farol y My Bloody Valentine estaban grabando un disco, el tercero, que ha tardado dos décadas y pico en materializarse, desde que “Loveless” marcó la historia del pop cuando vio la luz en noviembre de 1991. Pero olvidemos el factor tiempo, ese concepto tan relativo que puede alargarse o encogerse a voluntad. Porque el nuevo largo de MBV no debería juzgarse por patrones de espera ni pesarse en base a expectativas. Es, simplemente, el tercer eslabón de una historia que hierve en la cabeza de Shields y que el músico irlandés ha descubierto cuando ha creído necesario o cuando su perfeccionismo ya no encontraba nuevas fugas para refinarse. Y tampoco, por supuesto, deberíamos enfrentarnos a “m b v” con los velos de la nostalgia: cuando un creador logra materializar algo único y excepcional, este concepto se convierte en una trampa para pusilánimes y perezosos y queda invalidado como patrón analítico. Y lo que My Bloody Valentine consiguieron en los noventa es hoy tan relevante como en el momento en que fue ideado. Su lava sónica redefinió el papel de la guitarra en lo que conocemos como música pop, y su detallismo melódico los emparenta con nombres excepcionales del calibre de Beach Boys o Burt Bacharach.
Así que “m b v” suena, por supuesto, a “Loveless”, sin que este parentesco devalúe en lo más mínimo a los Valentine del siglo XXI. ¿Recuerdan los directos del retorno en el verano de 2008? No había absolutamente NADA parecido a lo que lograban expender desde el escenario. Pues lo mismo ocurre con el nuevo largo: busquen algo que pueda emparejarse con el citado “She Found Now” o con la densidad mineral de “Only Tomorrow” y luego opinen. Los ingredientes del cuarteto solo les pertenecen a ellos, y sus múltiples alumnos únicamente pueden soñar con acercarse de puntillas a cosas pasadas como “Only Shallow”, “Soon” y “Sometimes” y presentes como “Who Sees You” o “New You”.