Qué pasaba por la cabeza de estos cinco chicos mallorquines cuando crearon estas nueve canciones es todo un enigma. Por suerte, en algunas entrevistas han deslizado ciertas claves: “Apreciamos el silencio y la contención”, “La naturaleza es nuestra válvula de escape”. Mencionan noches estrelladas y espacios abiertos mientras el mar y el cielo se cuelan en las imágenes que proyectan en sus conciertos, una experiencia en penumbra, íntima y delicada, poseedora de una belleza compleja e inusual.
Lo mejor de “Mokragora” es que amplía el concepto de su debut homónimo de 2011, un prometedor disco de folk-rock acústico de aires mediterráneos. Aquí, las guitarras esperan calladas los suaves diálogos de sintetizadores, la percusión moldea una brisa empujada por una voz que lanza ecos y frases sugerentes en inglés. No hay nada que se asemeje a la música de Oso Leone; este brillante destilado de electrónica expansiva y reposada, folk celestial y ritmos dub igual recuerda a James Blake que a Pony Bravo, a Fleet Foxes que a El Guincho, pero, en realidad, sin tener nada que ver con ninguno de ellos. Oso Leone es el fármaco tranquilizante al que cualquier ciudadano estresado debería hacerse adicto.