Las etiquetas y los nombres de grupos se agolpan en la página en blanco cuando uno trata de desgranar a Purity Ring y su pop de hábitos omnívoros. Básicamente es witch house en clave pop, una deriva (casi) mainstream (dicho sin intención peyorativa) de la primera época de Tri Angle. Con aromas melódicos de la college radio de los noventa: ¿The Sundays producidos por Holy Other? Algo así. Pero también hay sonidos de video-juego de 16 bits –en esto y en el uso rítmico de voces fantasmales coinciden con Crystal Castles; escuchen algo como “Amenamy”–, beats Dirty South, palabras inventadas (esos títulos) que harían flipar a Cocteau Twins... Dream pop puramente 2012, efectivo al límite, sin un segundo que pueda decirse anticlimático: “Obedear”, “Belispeak” o “Fineshrine” son muestras de sabiduría pop que llevan a pensar que pronto Corin Roddick (beatmaker, productor) estará trabajando para las necesitadas estrellas de primera fila.
Las primeras líneas del párrafo anterior podrían inducir a pensar en Purity Ring como un simple popurrí de referentes à la page. Y si así fuera no estaría mal, porque el popurrí es sublime. Pero, en realidad, lo que hace de “Shrines” un debut adictivo –y uno de los mejores del año– es, más allá de sus estribillos y sus infinitos grandes momentos, el misterio que desborda. Está en su sonido a veces indescifrable y también en la personal, infantil pero menos, forma de disparar las palabras de Megan James; igual que en esas letras retorcidas y obsesivas, con abundancia de huesos, fantasmas, sangre y metáforas del deseo cercanas al Charles Burns de “Agujero negro”, que te arrastran en su stream of consciousness con una fuerza absolutamente difícil de aplacar.
No puedo marcharme de aquí sin señalar “Grandloves” –su canción con sample del “You With Air” de Young Magic– como balada (marciana) del año e inmejorable candidata a “tema de amor” de la segunda parte de “Drive” (Nicolas Winding Refn, 2011). Ojalá Nic llegue a leer esto.