Después de su triunfal regreso al mundo de los vivos con “Visca la llibertat” (2000), el cantautor semimelódico Sisa reaparece por partida doble y a lo grande. En presente, con el notable “El congrés dels solitaris”, y en pasado, con el imprescindible directo “Al Zeleste 1975”, CD que se regalaba, al precio de 6 euros, con el número 112 (febrero de 2005) de la revista en catalán ‘Enderrock’ (pedidos a enderrock@enderrock.com), discos que mejoran el recuerdo que dejó su anterior y fallido “Bola voladora” (2002), versiones dolorosamente desafortunadas de su repertorio sagrado.
Sisa, para quien no lo sepa, es la figura inmortal de un improbable sueño libertario de fantasía y locura aderezado con mucha rauxa (un impulso súbito: el ímpetu) y algo de seny (la ponderación mental: el sentido común), cualidades que definen la D.O. del carácter catalán y que suponen dos maneras, contrarias pero complementarias, de ver y vivir el mundo (del mundo mundial; universalicemos). Sisa es más rauxa que seny, pero me temo que también más seny del que él mismo exhibe cuando se pone estupendo para impresionar a sus fans.
Lunático pero juicioso, este MC tembloroso de aires despistados, hippy verbenero y no progresivo, observador teórico y filósofo galáctico, siempre eligió un discurso impreciso donde contar, con la ilusión de la comedia y del surrealismo, también de la sentimentalidad, lo que soñaba, fueran o no temas eternos; su cumbre popular: convertir la tristeza en humo.
“Al Zeleste 1975” es el primer álbum en directo de Sisa; hubo un amago de edición en 1978 que no prosperó. En otoño de hace treinta años, realizó dos tandas de conciertos para presentar “Qualsevol nit pot sortir el sol” (1975), y este CD editado por ‘Enderrock’ recoge una selección de lo mejor de tres de aquellas sesiones. Hay canciones de sus tres primeros LPs, de “Orgia” (1971) a “Galeta galàctica” (1976); es la época canónica de Sisa, que se completaría con la majestuosidad y la placidez acústica del doble “La catedral” (1977). Por eso las canciones de Sisa en este directo suenan todavía hoy espléndidas, ayudadas por las afortunadas aportaciones de Dolors Palau y su dulce voz de niña poseída y el violín de Xavier Riba (semejante al de Scarlet Rivera para Bob Dylan en la misma época). Curiosamente, lo menos conseguido es la paródica y engreída “Qualsevol nit pot sortir el sol”, la canción; del resto, ni una pega. Aquí hay buenos esbozos de rock’n’roll animal y psicodelia hippy, pero sobre todo esperanza, melancolía, alegría, pasión, vida... Esto es un regalo inesperado.