Bingo. Se me ocurrió, antes de emprenderla con el nuevo artefacto de U2, subir el volumen del amplificador. Y allí me quedé, pegado al sillón como si la fuerza de la gravedad quintuplicase su atracción, perplejo, durante el primer minuto de “Achtung Baby”. Esos sesenta segundos, y la presencia en la contraportada de los nombres de Brian Eno y Daniel Lanois, bastaron: sabía que esta vez habían acertado.
No entraremos ahora en si es mejor “The Unforgettable Fire” (1984) y “The Joshua Tree” (1987); solo asegurar que queda borrado el mal sabor de “Rattle And Hum” (1988). Y es que “Achtung Baby”, aun mirando atrás, es tremendamente vigente. Las pedradas brutales con que arrancan “Zoo Station” y “The Fly” son solo la punta del iceberg. Eno y Lanois nos introducen lentamente en un mundo sonoro fascinante, saturado de ingenio y buen gusto, siempre con la perspectiva de lo que significa el nombre de U2 en el mercado. Son efectos tan espectaculares como subliminales, que relegan a los músicos a simples peones de una construcción sonora con aspiraciones de superar el huracán del presente y perdurar. Lógicamente, se han respetado los pilares marca de la casa, lo esencial: el riff siempre envenenado de The Edge, el bajo voluptuoso o el dramatismo vocal de Bono. Las características, bien manipuladas, se tornan cualidades. Pero también queda reflejado el ahora, combinando sixties (solo de “Until The End Of The World”) y rap (el retumbar percusivo de “So Cruel” y “Mysterious Ways”, incluso un esbozo de parrafada en “Trying To Throw Your Arms Around The World”), que no mira atrás a B.B. King o a Sun intentando codearse con lo inimitable, que no vomita nombres a base de proclamas políticas fáciles (Amnesty y Greenpeace ocupan un lugar sensato en los créditos, y se menciona sin alardes a Lou Reed, Wenders y Dalí).
Tan emblemáticos para los noventa como Piaf para la chanson, U2 –y sobre todo Eno y Lanois– retornan, triunfos en mano, para recordarnos que debemos seguir contando con ellos. Nunca es tarde. 