Pocas veces había presenciado un fenómeno de anticipación y nerviosismo boca-oreja como el que se vivió en la cola de acceso al concierto inaugural del Festival Internacional de Teatre Visual i de Titelles de Barcelona. Nadie sabía con certeza cuál era la conexión entre las marionetas, el melodrama de Antony y los fuegos de artificio de CocoRosie, pero se esperaba un espectáculo más allá de lo insólito, de manera que fueron muchos los que acudieron sin audiciones previas, espoleados por el tan socorrido “hay que verlo”.
A Antony (cuyo segundo disco, “I Am A Bird Now”, promete ser una de las sensaciones de la próxima temporada) le pedíamos algo grande, sin saber todavía si nos referíamos a una demostración exquisita de romanticismo imposible y gorgoritos vocales o a una operación de desnudez desoladora, en sintonía con lo mostrado en el disco en directo compartido con Current 93 “Live At St. Olave’s Church”. Pero verle tan frágil y asustadizo, casi temblando y moviendo las manos compulsivamente, nos obligó a una mirada más cercana: se imponía admirar su carisma escénico y su facilidad interpretativa ante el teclado, más allá de la belleza intrínseca que siguen teniendo composiciones como “The Lake” o “The Cripple And The Starfish”.
En este contexto, el arte de las hermanas Casady tenía las de perder, aunque sólo fuese porque sus juguetes y cachivaches sonaban a latón (también la voz de Bianca, algo lastrada por el exceso de efectos) y su presencia era demasiado solemne. Dichos defectos, sin embargo, se tornaron menudencias ante los celestiales poderes de seducción de Sierra (bien fuesen su ensimismamiento tocando el arpa o sus arrebatos operísticos a lo Diamanda Galás) y detalles de espontaneidad como el que se marcó Spleen, el MC que, cansado de ejercer de caja de ritmos humana, se puso a corretear entre las mesas lanzando al mundo todo tipo de proclamas inflamadas.