Reconozcamos que, por separado, las piezas con que se construye la música de Joanna Newsom, al menos en “Ys” (2006), pueden generar rechazo, cuando no espanto: a) el arpa es el instrumento troncal de su estilo, b) la voz sube y baja en armonías y registros chocantes por muy distintos y c) la sobreabundancia de arreglos proyecta la duda sobre si su sonido es precioso o sólo preciosista. Ahora bien, en su concierto de Barcelona el encuentro de todos los elementos (o mejor: asistir in situ al momento en que todos los elementos se encuentran) se transformó en la epifanía que los más optimistas presagiaban: Joanna Newsom es una artista absolutamente única.
De entrada, lo que sale de su garganta es realmente otra cosa. Todo el hechizo de su actuación no pende de su estampa de vestal que emboba al enamoradizo, sino del imprevisible discurrir de su voz. Y cuánto más largo, libre y aparentemente desestructurado es el tema –los de “Ys” por encima de los de “The Milk-Eyed Mender” (2004), pues–, más alto vuela. Casi se diría estar asistiendo al nacimiento de esa canción al instante, como si Newsom se la inventara, la hiciera crecer a su antojo y la dejara morir en ese preciso momento.
Como arpista, Newsom también se separa del resto (de Josephine Foster, CocoRosie, Rio En Medio, Baby Dee y en general de todos los que han hecho del arpa un instrumento circunstancialmente en boga). Su arpa es arpa y es guitarra. Y es banjo. Y es clavicémbalo. Y es piano. Y es casi cualquier instrumento que ella quiera que sea. Después resulta que la llovizna de cristal de este instrumento al que resulta tan difícil buscarle socios se codea sin problemas con un extraño percusionista (Neal Morgan), una violinista (Lila Sklar) y un cuarto músico que alterna mandolina con banjo (Ryan Francesconi). Esta versión reducida de su sonido en estudio (no hubo orquesta filarmónica como en otras ciudades de la gira) ayuda a que los árboles nos dejen ver el bosque. La ingeniería de su estilo (en la esfera que se quiera: composición, arreglos, interpretación) está completamente a la vista. Y si los temas de su primer disco quedan como una muy notable muestra de nu folk, weird folk o como lo queramos llamar, los del segundo fluyen como una música sin deudas ni referentes, revelando que hoy por hoy Joanna Newsom sólo se debe a sí misma.