Patricia Lee Smith volvió al Primavera Sound –donde ya había oficiado en 2007– y firmó dos de los shows más memorables de la edición del 15º aniversario del festival barcelonés. Recurriendo al fondo de armario de su imponente legado, la “abuela punk” dio dos golpes de mano para aclarar que el rock’n’roll no ha muerto, como se viene canturreando desde ni se sabe.
El 29 de mayo, en el escenario principal, Smith y su Group –con los fieles Lenny Kaye y Jay Dee Daugherty en sus filas– ofrecieron el primer concierto del periplo europeo que celebra el 40º aniversario de la edición de “Horses”, su álbum de debut, el disco –producido por John Cale– publicado el 13 de diciembre de 1975 con el que ascendió de manera instantánea a los altares del rock.
En estricto orden cronológico, el sonido crudo, vehemente y primitivo del LP fue brotando de manera radiante en una ceremonia pagana en la que Smith –médium en estado de gracia: ella lo tiene, lo tuvo y lo tendrá– barrió cualquier atisbo de nostalgia y recordó que las canciones de ese álbum fundacional continúan tan refulgentes y provocadoras como el día que se grabaron entre las paredes de los Electric Land Studios de Nueva York. De “Gloria (In Excelsis Deo)” a “Elegie”, un aquelarre de rock’n’roll purificador comandado por una sacerdotisa que a sus 68 años –cumplidos el pasado 30 de diciembre– aúna el arrebato juvenil con la serenidad de la experiencia. Todo “Horses” –poesía y mugre, sexo y espiritualidad, lucha e iluminación– ungió a una multitud extasiada frente a una mujer-volcán siempre dispuesta a dejarse abrasar por el verbo y la electricidad. Como apéndice, un “Rock’n’Roll Nigger” –cierre de la cara A de “Easter” (1978)– en memoria de Hendrix, Jackson Pollock y todos los outsiders que la precedieron.
Al día siguiente, la de Chicago se saltó el guion y lo que estaba anunciado como un pase de spoken word en el Auditori Rockdelux se convirtió en otra flamígera prueba de fuerza. Con la banda al completo, pero con guitarras acústicas, Smith husmeó en su catálogo y oxigenó una decena de temas –de “Dancing Barefoot” a “People Have The Power”– que incluyeron reverencias a Lennon & Ono –“Beautiful Boy (Darling Boy)”, dedicada a su nieto– y a Lou Reed: un accidentado “Perfect Day” –entre sollozos, parones y olvido de letra– tan imperfecto como devastador. 