A veces sueño, y entonces puedo ver y escuchar todo con claridad. Mediados de los ochenta: paso las horas detrás de la barra de un garito ruidoso y atestado en plena Malasaña, pongo cañas y copas a granel a un ritmo tan acelerado como la misma música que suena. A veces estoy delante de esa misma barra, haciendo igual que los que allí están: beber, ligar, reír y hablar a voces. Las imágenes desfilan entonces vertiginosas y los sonidos hacen vibrar mi mente, lo mismo que entonces hacían vibrar nuestros cuerpos...
El Palentino, la Vía, el King Creole, el Rock Club, el Sol, la Astoria... La laca, el Stolichnaya con naranja, el golpe de tequila, los polvos en mi nariz, la Gran Vía a las seis de la mañana, muchos polvos, muchas camas, las chupas Perfecto, los mods, los rockers, las medias de rejilla, la resaca, el pedo, el pedo, la resaca, “el que no ha pillao ya no pilla”, el Turmix, el concierto cada noche, los punkis, la mini de cuero, el pelo cardado, Johnny Thunders contando billetes, las botas Sendra, los Sex Museum, el pedo, la resaca, la resaca, el pedo, los Ramones, el Camarón en una esquina, la papela, Joe Strummer sonriendo, la cabina, el tigre inundado, las birras, “Easy Rider”, la bronca, la pasma, los Flaming Groovies, el Poch repartiendo pinzas, la Mahou, el ron Flor de Caña, el homenaje a los Clash, la calle Madera de madrugada, mi hermano Quique haciendo surf en las gradas, los Dead Kennedys, el último garito que cierra, las Runaways, la churrería de la calle Escorial, el DJ dormido en el tigre, el hielo en la gasolinera, el Villa de Madrid, Shane MacGowan de los Pogues borracho, el “Lust For Life” sonando a tope, la Velvet, los Barracudas, el maletín de vinilos, los flequillos sesenteros, los Lyres, los vecinos llamando a la poli, los cócteles psicodélicos, las camisetas del Agapo…
Muchos recuerdos ya se han perdido: unos, porque yo he querido; otros, porque a estas alturas una tiene ya lagunas imposibles de atravesar… El Agapo. 