Las severas letras del escritor Martxel Mariskal nos ayudan a definir la identidad musical de Lisabö, quizá tanto como su propia condición de víctima de la hiperestesia. El sexto Lisabö sufre una distorsión sensorial que amplifica y exagera algunos estímulos hasta hacerlos prácticamente insoportables. La hiperestesia es un trastorno de la percepción cuya consecuencia es el aumento de la intensidad de las sensaciones, irregularidad que hace que esos estímulos se perciban de forma anormalmente aguda. ¿No es lo que experimentamos cuando escuchamos a Lisabö? Perdón, Martxell; sé que exagero y que la comparación es odiosa. Pero, dentro de los límites de la cruel metáfora, ¿no valdría como termómetro ideal para medir la densidad extrema de la música del grupo?
Recuerdo un concierto de Lisabö en el Primavera Sound 2007; aniquilaron con sus ráfagas el espacio abierto del Fòrum: como una oleada, parecían querer arrasar con todo, incluso hasta con ellos mismos. El viento y su furia esparcían despojos rotos de un sonido que martilleaba el cielo y dejaba rastros precisos de algo no exactamente precioso. Parecía la consecuencia de una efectiva brutalidad contra la máquina gris de la vida. Aquello fue una jugada del destino. Un escenario menor se convirtió, de repente, en la mayor apuesta de un festival cargado de mil nombres pletóricos.
El torbellino de sensaciones enfrentadas de su post-hardcore siempre nos ha perturbado: arisco, aun siendo de una visceralidad suprema; y nervioso y vehemente, sin dejar de ser reflexivo y paciente. Lisabö recogieron el testigo de la energía arrebatada de BAP!!, de Negu Gorriak y de Dut y lo llevaron todavía más lejos. De hecho, un directo suyo es una muestra de resistencia como pocas se pueden presenciar. Absolutamente extenuante, con esa doble batería que da identidad a un sonido que noquea, pero que también busca y encuentra el equilibrio del silencio como detalle y contrapunto. Hay tensión. Hay impacto. Por momentos, hasta incluso miedo. Y angustia, por supuesto. El dominio absoluto del volumen. Con potencia. Tremendo, arrollador, musculoso, devastador.
El arte, a veces, se presenta en afirmaciones desesperadas de frustración, a la desesperada. Lisabö son de los que mejor dominan esa sensación. En este inminente Primavera Sound volverán a demostrarlo. Ahí habrá de nuevo extenuación. Y velocidad. Rabia. Fuerza. Explosión. Y las crónicas posteriores hablarán de entrega, claro, y del vacío que se produce tras superar las habituales fases de desesperación que siempre se vislumbran en su abrasivo directo, se diría que impregnado de un tono trágico. Lisabö son la consecuencia de la estricta depuración del ruido y de la furia aplicada a unas letras subjetivamente tristes. Pero después, como contraste liberador, siempre llega la paz reparadora que sana tras el caos, tras la devastación. La catarsis. 