Su reaparición fue de película, porque incluso los discos que no son estrictamente bandas sonoras de películas sí lo son en una realidad paralela. La vida es ficción y viceversa (cualquiera puede sentir empatía). Son un cosmos único y solo descifrable desde una óptica insólita, extraterrestre aunque ultrahumanista. Una invasión marciana para regenerar la especie. Todos los conceptos básicos pueden ser discutibles sin perder la fe en las posibilidades del ser humano (desde la música). No hay una frontera entre ruido y música, pero no se trata de ruidismo. De hecho, sus partituras son muy melódicas, si bien no en un sentido clásico. El ruido más puro busca la melodía. Y la melodía más clara necesita ruido rosa, ese paradójicamente denominado white noise, para sobrevivir.
Aparte de “The Drift” (2006), disco sobre el que ya se han dicho mil cosas y todas justificadas, es en sus bandas sonoras “oficiales” para las películas “Pola X” (Leos Carax, 1999) y “La infancia de un líder” (Brady Corbet, 2016) donde alcanza el clímax absoluto. Trepa simultáneamente por las cuerdas más atemporales y avant-garde que se puedan soñar. Hay compositores de música de cine, de aquí y de allá, que enfatizan el supuesto riesgo o estímulo del registro de las bandas sonoras en el hoy-presente en una forma que esté lejos de los clásicos violines de Hollywood, de esa parafernalia orquestal. Quizá no sea mala idea en sí. Pero Walker, entre otros y otras (Mica Levi), les contradicen con grandes dosis de talento y observación, sin renunciar a otros muchos pantones, electrónicos o más cerca del rock cuando lo requieran subjetivamente las escenas.
El largo (aunque se hace tan corto) prólogo de “The Childhood Of A Leader” lo resume todo, comprime dúctilmente lo que va a acontecer en esta gran historia que parece hecha a la medida de Walker, clásica (de época) y absolutamente heterodoxa, inyectada de la esencia de la música compuesta por el autor: cuerdas graves polirrítmicas, silencios que te dejan sin respiración, monofonías que no echan de menos ninguna compañía que hable de modos o tonos o cualquier otra clave musical. Todos los recursos ya estaban en “Pola X”, quizá dispuestos entonces de forma menos concentrada, más dispersos, a medio camino entre el rock underground de canción y sónico (estrictamente como indica la radiografía de sus colaboradores en este proyecto, Smog y Sonic Youth, y la del propio director Leos Carax) y de una aproximación golpista a la música clásica contemporánea. 