De los hermanos Safdie ya sabemos que no dan puntada sin hilo: la excelsa música de Daniel Lopatin, aka Oneohtrix Point Never, para “Good Time” (2017), electrónica barroca y desenfrenada, hace justicia a una película fastuosa. Joshua y Ben tienen cultura y respeto (si es que no es lo mismo) por el séptimo arte en el que emplean su tiempo. El género electrónico para musicar un thriller no es nada revolucionario en sí. No es una idea moderna de David Fincher en “La red social” (2010), donde la excelente banda sonora es obra de Trent Reznor y Atticus Ros. Fincher también conoce de sobra la historia del cine. Y ni siquiera es fruto del ingenio del gran Steven Soderbergh para su serie “The Girlfriend Experience”, donde el score (muy preciso, muy sintético) es de Shane Carruth. Soderbergh es otro cineasta cultivado que ha disfrutado ese registro muchas veces en películas de hace muchos años y lo trae brillantemente a sus ideas. Aquí en España la cultura musical cinematográfica y televisiva hay que cultivarla mucho; aún hay demasiadas lagunas, como en el mar Caspio. Así que, como nunca está de más repasar la historia y en algunos casos parece muy recomendable, apuntemos a uno de los tótems de esta fórmula tan evocadora: thiller + música electrónica = TANGERINE DREAM (“Carga maldita”, 1977).
La banda alemana, surgida en los años sesenta, ha compuesto muchísimas bandas sonoras desde entonces hasta ahora (siguen muy activos). Y son un paradigma de inspiración y oficio. Pero ya en su primera incursión lograron un mecanismo perfecto de tensión celeste. Fue William Friedkin, el director de “El exorcista” (1973) –que había ganado el Óscar con su película anterior, “French Connection. Contra el imperio de la droga” (1971)–, quien les encargó el trabajo. Se trataba de un thriller, una adaptación de un excelente filme franco-italiano de 1953 dirigido por Henri-Georges Clouzot y titulado “El salario del miedo”, de mucho prestigio: Palma de Oro en Cannes, Oso de Oro en Berlín, Mejor Película en los BAFTA... Friedkin se inspiró en parte en la película original, pero en gran medida en la novela en la que se basó esta, del escritor Georges Arnaud. Y la tintó con su tono lóbrego, sorpresivo e inquietante. Parecen los adjetivos perfectos para la música de Tangerine Dream.