A diferencia de otros casos recientes, en sus raps Valtonyc no utiliza el humor negro, sino que emplea una rabia desatada, con unas letras que han servido al tribunal para argumentar su veredicto. Algunas frases, tal y como aparecen en la sentencia, son: “Jorge Campos merece una bomba de destrucción nuclear” (“Circo balear”), “que explote un bus del PP con nitroglicerina cargada” (“Deberían tener miedo”) o “para todos aquellos que tienen miedo cuando arrancan su coche, que sepan que cuando revienten sus costillas, brindaremos con champán” (“Espanya 0 goma 2”).
En una simple lectura, esas frases no resultan nada edificantes, si bien la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información (que reúne a colegios de abogados, asociaciones de periodistas, medios de comunicación y profesionales independientes) considera “inaudito que el Tribunal, como en el caso de César Strawberry, se limite a valorar la literalidad de las letras, sin entrar a considerar ni el contexto artístico de los mensajes, ni la intencionalidad, ni la relación con actividades efectivamente terroristas, al contrario de lo que exige el Tribunal Constitucional cuando se trata de restricciones a un derecho fundamental”.
Así las cosas, Valtonyc era un artista minoritario que está viendo cómo se multiplica su repercusión y acumula muestras de apoyo. No se ha producido una alarma social por sus letras, sino que crece la preocupación por el impacto de estas sentencias sobre el derecho a la libertad de expresión, y muchas son las voces críticas que denuncian un uso ideológicamente sesgado de la justicia.
Y, para rematar, tenemos el peligro de una “sentencia” mucho más peligrosa en ciernes. La que se producirá el día en que situaciones como esta dejen de ser noticia a fuerza de ser habituales. Ese día la libertad de expresión estará condenada definitivamente. 