“La verdad es que vivía rodeado por unos cafres, de manera que, aparte de los mánagers, yo debía ocuparme del negocio: los demás eran un desastre, iban a su bola y no se enteraban de nada”, revela Johnny Ramone (1948-2004). Un par de párrafos antes, el guitarrista y cofundador de los Ramones saca pecho explicando que le zurró a Joey Ramone por llegar tarde al cine y que le arreó un guantazo a Malcolm McLaren por hablar con su novia. Y eso que solo es el prólogo: lo que viene después, créanme, es mejor. Mucho mejor.
“La vida del rockero es una locura (...). De manera que la peña que no sabe manejar todo esto le da a la droga. Yo no, yo me iba a mi habitación con mi leche y mis galletas”, escribe el bueno de Johnny Cummings, azote de los demócratas y fan acérrimo de Elvis, en este “Commando. Autobiografía de Johnny Ramone” (“Commando. The Autobiography Of Johnny Ramone”, 2012; Malpaso, 2013) que vio la luz ocho años después de su muerte, y en el que el guitarrista repasa su vida sin adornos y huyendo de toda mitología. En realidad no es una autobiografía al uso, sino un libro confeccionado por el músico y cineasta John Cafiero (ayudado por Steve Miller y Henry Rollins) a partir de entrevistas realizadas en sus últimos años de vida y redactado en primera persona, pero el efecto es el mismo: pocas veces la literatura rock consigue un retrato tan sincero, crudo y apasionante.
Conservador, republicano, católico no practicante, malhumorado buscabullas y apasionado macarra con una rigurosa ética laboral, Johnny Ramone fue la antítesis de lo que se supone que debía ser el punk. Y, aun así, puso todo su empeño en conseguir que los Ramones triunfasen, se tragó su orgullo para grabar con Phil Spector –“ahí estaba ese hombrecillo, con alzas en los zapatos, una peluca y cuatro pistolas, una en cada bota y dos en las sobaqueras”– y cuando el disco cayó (otra vez) en saco roto, pasó página y se dedicó a contar el dinero que le faltaba para poder retirarse.
Sin pelos en la lengua e iluminando un poco más las zonas oscuras de esa familia disfuncional que fueron los Ramones –no hay más que ver la frialdad con que despacha la muerte de Joey–, Johnny pasa revista a su vida y rehúye el maquillaje para transmitir esa furia que, asegura, le recorría el cuerpo desde la adolescencia. El libro, de lectura obligada, se completa con unos jugosos epílogos en los que Johnny comenta la discografía de los Ramones y elabora listas en las que repasa desde sus jugadores de béisbol favoritos hasta su top ten de políticos republicanos.
(Se puede comprar el libro aquí)