De eso es de lo que hablaremos durante la entrevista, sin poder desligarlo de su compromiso político con la situación en Estados Unidos, a pesar de que en un momento dado su larga pierna derecha se estirará por encima de la mesa en un signo inequívoco de que tampoco es un escritor convencional, al modo académico francés. ¿No se le ha inscrito dentro del género del dirty realism que se acuñó en los años ochenta con la figura destacada de Raymond Carver, su amigo desaparecido, en torno a un grupo que tenía su residencia en Montana?
Pero de lo que se trata ahora es de comentar su última obra, “Acción de Gracias” (2006), titulada en el original “The Lay Of The Land”, publicada este año en castellano por la editorial Anagrama como el resto de su producción de ficción, que incluye seis novelas y tres libros de cuentos. Una cantidad modesta en número de títulos, pero sin duda prolífica en páginas.
“Yo soy el primer sorprendido. No pensaba que cada vez fuera más extensa. Cuando empecé a escribir ‘Acción de Gracias’, me planteaba que la novela no fuera más larga que ‘El Día de la Independencia’. En cambio, me salieron cuarenta páginas más. La verdad es que no pude hacer nada porque ya retiré ciento veinte del primer original”. La trilogía ha ido aumentando en espesura a medida que avanzaba. El primer capítulo fue “El periodista deportivo” (1986) y el segundo, “El Día de la Independencia” (1995), siguiendo a un personaje que abandona la literatura para convertirse en comentarista de deportes para la prensa y, luego, en agente inmobiliario.
“En esta ocasión me centré en cosas específicas. Por ejemplo, el final de milenio y el inicio del siguiente, las elecciones del 2000 y cómo la vida privada podía verse afectada por la vida política. Todo ello en un hombre como Frank Bascombe, de 55 años y que padece un cáncer de próstata. Pero no creo que sea un libro en el que todo el mundo pueda encontrarlo todo sobre América. La gente ha dicho que es de lo que trata y yo no lo sé”.
Ford, ante la responsabilidad de suceder en el envite a los maestros norteamericanos, prefiere adoptar un perfil más modesto, sin dejar de reivindicar el valor de su trabajo. “Cuando los libros funcionan, lo único que sucede es que te aumenta la moral. De esta manera se pueden acometer nuevas tareas de envergadura. La única dificultad que tuve fue la forma de terminarlo. Trabajé duro para encontrar las doscientas veinte mil palabras”, comenta el autor sobre el hecho de que “El Día de la Independencia” hubiera recibido, por primera vez en la historia para una misma obra, los premios Pulitzer y PEN/Faulkner.