Los antihéroes al frente de la serie son Rust Cohle (Matthew McConaughey) y Martin Hart (Woody Harrelson), dos policías de Luisiana inquiridos, en la actualidad, por un caso de asesino en serie que investigaron en los noventa. “True Detective” se mueve hábilmente entre los dos tiempos para explorar este misterio, pero también, a la vez, y quizá sobre todo, dibujar el retrato depresivo de una América interior en clara descomposición, dejada de la mano de Dios, aunque esclava de la vieja religión. El paisaje –más gris no se puede: instalaciones petroquímicas, iglesias derruidas, rancho-prostíbulos– se convierte en metáfora de unos personajes que tratan de aferrarse a sus creencias mientras toda la cultura alrededor se hace pedazos. Ese paisaje es protagonista desde los mismos créditos de Antibody, creados bajo la influencia del fotógrafo Richard Misrach, especialista en imágenes paisajísticas que pasan del paisajismo ramplón.
Cohle es, al menos en 1995, el más recto de los dos, aunque no lo parezca. No lo parece porque considerarse ateo en esa América con tan alto índice de predicadores por metro cuadrado es una afrenta. Cohle tiene un crucifijo en casa, pero solo lo emplea para reflexionar sobre la idea de Cristo ofreciéndose para morir. Así es el viejo Cohle. Hart va de recto, de perfecto marido y padre de familia, mientras engaña a su adorable esposa (Michelle Monaghan) con una mujer más joven (Alexandra Daddario); fan de Vashti Bunyan, para más señas. Según Hart, la infidelidad es “por el bien de toda la familia”. Las discusiones de Cohle y Hart sobre la sociedad y sus pilares ocupan gran parte del metraje de “True Detective”, algo más, desde luego, que un mero whodunit.
Y, desde luego, una serie de dirección más allá de lo funcional. El director Cary Joji Fukunaga ya mostró su capacidad para crear atmósferas turbadoras en su excelsa adaptación de “Jane Eyre” de 2011, en perfecto equilibrio entre romanticismo y oscuridad; y aquí se emplea en recrear un clima embrujador y malsano, con un punto alucinógeno –Cohle sufre visiones similares a las del protagonista de “Take Shelter” (Jeff Nichols, 2011)–. Fukunaga no se apresura con el ritmo y, sin embargo, es imposible mirar el reloj durante ningún episodio; todavía menos durante un tercero que acaba en coche acelerado y visión aterradora, máscara de gas y machete incluidos; por no hablar del monumental plano secuencia del cuarto.
A los lectores de Rockdelux debería interesarles cómo se defiende “True Detective” en el plano musical. Y aquí también da una lección: en lugar del previsible blues pantanoso, T Bone Burnett (quien se ocupa asimismo de la música original) escoge temas más variados y menos previsibles, con firmas como Vashti Bunyan, 13th Floor Elevators o Grinderman. Después de todo esto, ¿todavía nos preguntan por qué decíamos que era la serie del momento? 