En apenas unas horas, las palabras de Crystal Summers, alguien que aseguraba ser hermana de Trish Keenan y que advirtió en varias redes sociales que Trish no podría cantar durante un tiempo, puesto que estaba enferma y los tubos de una sonda nasogástrica le habían dañado la garganta, revelaron toda su gravedad cuando al día siguiente Warp –el sello que ha editado prácticamente todo el material de Broadcast y que planeaba lanzar su último trabajo– confirmó la muerte de Trish. La noticia y las condolencias se reprodujeron durante días en internet y distintos medios de comunicación, concediendo una atención y una relevancia al grupo que ellos jamás hubieran imaginado. Había algo en Keenan, en su voz, que traspasaba la frontera de lo que se puede explicar: parecía detener el tiempo, atraparlo, para manejarlo a su antojo.
Trish y James Cargill, su marido y la otra mitad de Broadcast, perseguían las pistas de un mundo en un plano distinto al nuestro. Perfeccionistas y escrupulosos en el estudio, llevaban meses retrasando la edición de su nuevo álbum, todavía inédito. Hace tres años que se mudaron a Hungerford, un pueblo de la campiña inglesa, famoso por la masacre a manos de un chico que en 1987 disparó contra decenas de personas, hiriendo a quince y matando a dieciséis. Keenan y Cargill habían huido del precio abusivo de los alquileres en Birmingham y encontraron un lugar para dejar crecer ese mundo extraño, construido con falsas coincidencias, en los límites de lo que podemos comprender, que se revolvía en sus discos.
En la entrevista que Joseph Stannard publicó en ‘The Wire’ en 2009, Trish contó que hasta “Investigate Witch Cults Of The Radio Age” (Warp, 2009), el disco que grabaron junto a The Focus Group, pensaba que sus letras reflejaban su visión del mundo, tratando de entenderlo, pero que desde que vivía en Hungerford algo había cambiado en su forma de expresarse. Sentía que había muchas voces, muchas personas dentro de ella y estaba decidida a dejarlas salir.
Steve Perkins y Roj Stevens habían abandonado Broadcast al terminar la grabación de “The Noise Made By People” (Warp, 2000), su primer álbum, y el guitarrista Tim Felton lo hizo después de “Haha Sound” (Warp, 2003) para formar Seeland junto a Billy Bainbridge (Plone). Solos, Trish y James fueron acercándose cada vez más al centro de su sonido, obsesionados con la idea de acortar la distancia entre su subconsciente y sus canciones. Querían dar vida a una música impulsiva, irracional. Editaron en Warp los dos volúmenes de “Microtronics” entre 2003 y 2005, en dos EPs en formato de CD de tres pulgadas, con cortes de library music de apenas un minuto, pero no era necesario que experimentaran con los sonidos para hacer palpable una curiosidad que alimentaba su música desde sus primeros singles, y que Trish dirigía. Su voz advertía un camino secreto dentro de sus canciones. Era una vía soterrada, cubierta por lo que pasaba en su música, un idioma que fluía por debajo del sonido de la banda, de la electricidad y las baterías.