El pasado mes de marzo, Burruezo & Bohemia Camerata en formato de trío, visitamos la ciudad de Ankara con “Misticísssimus” (Satélite K, 2011), nuestro particular homenaje en clave contemporánea a los místicos de la tres tradiciones del Libro (San Juan de la Cruz, Ibn Al Arabi, Nicolás de Cusa…). Aires medievales, moriscos, sefardíes, bajo un prisma actual, en diferentes idiomas, para una música con corazón que sigue girando. La esencia de la poesía mística esconde una sublevación que me fascina. Concretamente, actuamos el 25 de marzo en el festival de ODTÜ, la gran universidad de la capital administrativa de Turquía. La embajada española nos incluyó en un certamen donde se citaban todo tipo de propuestas artísticas. La sala del auditorio pequeño de ODTÜ se llenó y, entre el público, pudimos ver un poco de todo: desde profesionales de la embajada hasta muchos estudiantes atraídos por el mensaje místico de la propuesta y, también, por la sensación de que iban a escuchar música más o menos del Mediterráneo occidental y más o menos antigua e innovadora a la vez. Vendimos más discos que nunca y conocimos a personajes increíbles, como Togal, un sufí de la cofradía de los mevlevis de Estambul, discípulo de Rumi. Me acompañaron la “princesa” Maia Kanaan (con su viola y su dulce voz) y Josep Ramon Roy “Mon”, el gran pianista de nuestra Bohemia Camerata. Una experiencia bellísima.
En noviembre, la cosa fue diferente, en formato y género. En plena rueda de presentación de nuestro último disco, “La banda sonora maldita” (Tormina, 2014) –un trabajo muy minimal y contemporáneo que hicimos para Albert Serra–, Wafir S. Gibril, mi querido poliinstrumentista sudanés, me llamó para decirme que teníamos el encargo de montar un espectáculo en unas coordenadas radicalmente diferentes a las citadas. Me encanta el reto, el vértigo constante. Era un encargo de la embajada española en Jartum, Sudán. Celia Domene, rotunda como bailaora y muy fina con sus voces, era la cuadratura del círculo. Se trataba de construir un discurso innovador que bebiera, a la par, de fuentes árabes, flamencas y medievales. Era “El quejío andalusí”, bajo el nombre de “Zeguiriyya”.