Las canciones de Elastic Band se caracterizan por sus numerosas capas de sonido, como una cebolla musical que se desgrana con gusto y que pone a prueba al oyente, quien puede entrar en el juego de descubrir qué samples se incorporan a cada una de ellas. “No me gusta decir qué partes de otros temas se integran en cada uno de los nuestros porque, en el fondo, no tienen nada que ver con los originales; es una forma de transformar elementos que ya existen en algo totalmente diferente”, comenta Pablo Román, mitad del dúo que completa María Sánchez y principal impulsor del proyecto. “Yo doy mi opinión, pero al final el que manda y tiene la última palabra es Pablo”, confiesa ella sin tapujos. Él pasa por ser el líder porque, de los dos, es el que tiene absolutamente claro cómo debe sonar Elastic Band. No en vano, estamos ante un músico con una larga experiencia. Román comenzó a despuntar en la escena del rock granadino junto con su hermana Estrella en una de las reestructuraciones de Cecilia Ann, muy a finales de los noventa, aunque el pop no fuera su primera opción referencial. “Empecé como aficionado al rockabilly, pero de ahí fui pivotando a otros géneros, del bluegrass a la electrónica, el swing o el jazz. Y siempre me ha gustado indagar qué se ha ido haciendo en cada época, en cada década”, admite. Su afán es ser capaz de ponerse el traje estilístico que mejor siente a cada canción. “No tengo el tiempo suficiente para escuchar todo lo que querría y aplicarlo a nuestra sonido, porque para asimilar un estilo tengo también que entenderlo musicalmente”, relata con indisimulada pasión.
El nuevo álbum de los granadinos, “Fun Fun Fun” (Everlasting, 2018), es un compendio de unas filias que rememoran especialmente el pop psicodélico y barroco de los sesenta. “El anterior –“M oo D” (Chesapik, 2011)– fue una especie de experimento, en el sentido de que era un intento de encajar en nuestra música lo que nos atrae de los ochenta. Este nuevo se basa más en lo que realmente nos gusta y que más conocemos”, comenta María. “Podríamos decir que nuestro primer disco –“Boogie Beach Days” (Rock On, 2008)– era más setentero, el segundo más ochentero y este es más a los sonidos de las décadas de los cincuenta y sesenta. Lo de utilizar las décadas como fuente de inspiración es porque nos gusta jugar con la idealización de lo bonita que pudo ser una época pasada. Por ejemplo, hubo un período en el que me apasionaba el bluegrass. En mi imaginación, Nashville era un lugar mágico. Cuando finalmente pude ir, me di cuenta de que la idea que me había formado en mi cabeza era infinitamente más romántica que la realidad. Aquello es un infierno de centros comerciales”, remata Pablo.