Consumado el tránsito, llegó el momento de armar las canciones de Escuelas Pías, algo a lo que se lanzaron tras los primeros ensayos. “Trabajar en algo nuevo tan pronto, pasarlo bien y no pensar demasiado en lo que hacíamos fue muy productivo a nivel creativo”, rememoran sobre los primeros pasos de Escuelas Pías, formación para la que tomaron como nombre “una calle sevillana por la que pasábamos mucho”. “Nos sonó cercano, local y un poco absurdo, y tenía un toque misterioso que nos atrajo: nos imaginamos en un edificio en el que ocurrían cosas inquietantes”, amplía Cristian.
Resuelta su decisión de centrarse en la consolidación de un nuevo proyecto, su vocación y motivación hicieron el resto. “Teníamos claro que queríamos componer canciones bonitas, de melodías delicadas y estribillos reconocibles”, subraya Davis antes de sentar las bases del proceso creativo desarrollado por el dúo, un proceso en el que, a diferencia de Sundae, optaron por el trabajo de campo. “En Sundae podíamos pasarnos meses y meses en el estudio con un tema, mientras que ahora hemos jugado más que nunca con las canciones en directo, antes incluso de tener nada grabado”, algo impensable en su proyecto anterior. En ese camino de búsqueda proliferó el intercambio de demos y maquetas, tanto las que hicieron por separado como las que tomaron forma a partir del trabajo conjunto, para acabar llegando a un sonido definido desde su entorno como synthgazing. “Nos lo dijo nuestro amigo Ahmed de la banda Perapertú, que fue uno de los primeros en escuchar el LP. Nos hizo mucha gracia porque, aunque intentamos que los teclados y los sintetizadores tuviesen mucha importancia, la vertiente guitarrera shoegazing de Cristian no deja de asomarse y le da un nuevo sentido a lo que hacemos”, zanja Davis sin querer cerrarse a etiquetas.