Un lugar donde diversos individuos pueden expresar su arte libremente, el sitio donde puedes encontrar a Fennesz, Jim O’Rourke, Mika Vainio, Oneohtrix Point Never, Stephen O’Malley, Bill Orcutt, Cindytalk, Kevin Drumm o Mark Fell: eso es este sello que lo mismo publica ambient, noise, techno, house, metal o electroacústica, géneros que a veces incluso se confunden en un mismo disco. “¡Hace veinte años no podría hacer algo así!”, asegura. “Incluso dentro de la música techno todo eran tribus o pandillas separadas”. El problema es definir ese espacio para que la gente lo comprenda, algo que no interesa nada a Rehberg. “A mí me gusta la música rara, no tengo problema en decirlo así. ‘Experimental’ me parece un término que traslada la impresión de que no sabes lo que estás haciendo, que estás probando, pero ese no es el caso de lo que saco... Pero es que los estilos, en general, son una idiotez. La música pop procede de popular, por ejemplo, de modo que si eres un cantautor y vendes cien copias no eres nada popular, ¿verdad?... En cualquier caso, hemos mejorado, porque algo que odiaba en los primeros tiempos es aquella idea de que éramos un sello de ‘música laptop’, que era una descripción muy estúpida; me cabreaba un montón. Es cierto que muchos artistas usaban ordenador portátil en sus actuaciones, pero luego te preguntaban los periodistas: ‘¿Qué diferencia hay entre la música de ordenador y la música de ‘laptop’?’ (ríe). Aquello era ridículo. También se te acercaban músicos y te decían: ‘Tío, me voy a comprar un ‘laptop’ para hacer música laptop’. ‘¿De qué hablas?’. Pero como decía, ahora soy feliz porque todo se ha mezclado”.
A principios de los años noventa, Peter estaba muy involucrado en la joven escena electrónica de Viena, la que años más tarde disfrutaría de una gran exposición internacional alrededor del éxito de Kruder & Dorfmeister. Pinchaba, iba a conciertos, hacía música solo o en varios grupos y así fue cuando en 1994 creó Mego con Ramon Bauer y Andi Pieper.
La idea inicial era la de siempre: sacar sus discos y los de sus amigos. En muy poco tiempo, Mego adquirió notoriedad internacional. Llegaron a tener una oficina grandecita y cuatro personas en nómina, pero la crisis discográfica los sacudió. En 2006, sus socios le comunicaron que querían abandonar y propusieron cerrar la empresa, pero Peter no pensaba igual. Se decidió cambiar el nombre por Editions Mego y tener un modelo más, como hemos visto, hogareño. “Irónicamente, ahora vendo más ejemplares en relación al número de lanzamientos, pero debo elegir mucho mejor lo que saco”, comenta.
“Nunca hubo ningún gran plan ni estrategia; no se planteó el objetivo de cumplir cinco años, o diez años, y desde luego no voy a celebrar el veinte aniversario, de igual modo que no ha habido nunca una idea de lo que debe sonar en Mego. Simplemente voy sacando lo que me gusta. De hecho, mucha gente me manda maquetas diciendo: ‘Tengo esta música que creo que encaja muy bien con Mego’. A esos nunca les hago caso, para empezar porque la mayoría se creen que van a vender tanto como Oneohtrix Point Never, y eso no sucede, pero, sobre todo, porque yo no quiero fichar a alguien que suena como Fennesz o KTL o lo que sea. ¿Para qué, si ya lo he hecho?”. Eso explica que la mayor parte de lanzamientos actuales sean de artistas que ya estaban en el sello.