¿Tocabais en el puticlub? Sí, sí, era un bar grande y allí tocábamos todas las noches. Y nos daban de comer y la habitación, nada más. Era una explotación total, claro. Estuvimos allí tres meses y luego nos salió otro contrato para ir a tocar dos meses a París, a una discoteca en Pigalle, y aquello también era un poco de pasar hambre, ¿eh? Es que en el puticlub al menos podías bajar de madrugada y sacabas, sin que se notara, un poco de foie gras con la bagette… ¡Nunca he vuelto a saborear ese sabor del paté con una cerveza a las cinco de la madrugada en plan clandestino! En Pigalle hasta dormíamos en la discoteca. Teníamos que esperar a que cerraran y dormíamos allí en los sofás, con los manteles de las mesas para abrigarnos. Nos daban una comida diaria y llegamos a salir a robar en las tiendas.
¿Cuándo dejas las versiones y empiezas a cantar en catalán? Bueno, yo la primera vez que canté en catalán fue en el puticlub. Se lo comenté al encargado y un día hice allí una pequeña gala. El público, imagínate (nos reímos)… a la segunda ya me echaron. Lo que querían era bailar con las putas, y yo iba con mi rollo “messieurs dames, une chanson…”.O sea, que yo debuté, empecé a cantar en catalán, en un puticlub. Los únicos que lo entendían eran mis colegas y se partían de risa porque la gente no entendía nada, y, cuando se me olvidaba la letra, improvisaba y empezaba: “Fills de puta, cabrons…”, me cagaba en todos los americanos (nos reímos).
¿Y ya más en serio? Cuando volví de Túnez en el 68, empecé a cantar en catalán, a moverme, a conectar con gente del Grup de Folk, y ya grabé el primer disco.
Tengo entendido que en tus primeros conciertos te presentas como un músico folk, pero no muy ortodoxo… Claro, yo volví con una gran melena, vestido con túnicas y ropas hippies… y aquí, ¿qué había? Els Setze Jutges, que iban todos con traje y corbata y pelo corto; Serrat, Pi de la Serra… chicos formalitos. Claro, yo empecé ya con guitarra eléctrica, y fue un shock…, fui el primero, junto a Pau Riba, que hizo eso. Entonces, enseguida se nos catalogó como raros, heterodoxos, contraculturales…, lo hacíamos en catalán, pero con otra estética.
Entonces, ¿es correcto decir que participaste en la nova cançó? En esos años había por una parte Els Setze Jutges, que era lo que se solía llamar la nova cançó, que eran los serios, digamos. De influencia más bien francesa, algunos con un tono reivindicativo, de afirmación catalanista… y luego estaba el Grup de Folk, que era menos formal, menos burgués, con más influencias musicales del rock y del pop, y políticamente más radical, como en el caso de Ovidi Montllor. Así, la nova cançó es algo que engloba a todos los que empiezan a cantar en catalán en los años sesenta, y dentro de la nova cançó había esos dos grupos organizados, en los que, por cierto, no era nada fácil entrar.
Tu primer disco, titulado “Orgia”, tenía bastante de provocativo. ¿Qué virtud, qué valor le otorgas a la provocación, al hecho de provocar? Parece ser que era provocativo en el 69, pero yo no lo veía así. Desde luego, no era algo deliberado. Yo entonces hacía lo que me salía, pero no buscaba provocar. Más bien hablaba de los mundos oníricos, mágicos, la imaginación… sin contar historias lineales; buscaba más imágenes, influido por los surrealistas, por el movimiento dadá… y de ahí sale el primer disco y todo lo que hecho luego.