Y todavía hay un par de elementos más que añadir a la combinación. Por un lado, las bacanales polirrítmicas de tUnE-yArDs. “Somos muy fans de Merrill Garbus”, reconoce Xenia. “Cuando la descubrí me sentí emocionada de encontrar a alguien tan genuina en su manera de expresarse y sus influencias”. Por otro, las sutiles conexiones jazz de sus canciones, tanto en algunas inflexiones vocales como en los patrones rítmicos. Marco no lo oculta. “Cada vez hay menos barreras entre los géneros musicales, y te puedes encontrar músicos de jazz haciendo rock, o pop ‘mainstream’ con influencias de estilos muy diferentes. Mis raíces como batería son rock, pero me siento muy influido por el jazz, sobre todo por algunos pianistas. Vivimos en un mundo globalizado y en internet puedes escuchar de todo y al mismo tiempo. Por eso mi manera de tocar tiene influencias del jazz, la free music, la vanguardia y el minimalismo”. Xenia también asume el influjo del género. “Al principio quise ser cantante de jazz, pero me di cuenta de que no era buena idea, aunque estuve escribiendo arreglos de metal para ensembles y disfruté descubriendo músicos realmente salvajes, como Charlie Mingus, que me ayudaron a abrirme de orejas. La improvisación es un elemento clave en mi proceso de composición, y eso también lo aprendí del jazz, aunque después exploré terrenos como la música improvisada. Además, mi padre es un gran fan de la música clásica y me introdujo en compositores como Ravel o Prokofiev”.
De la combinación de todos esos elementos surge “Magic Trix”, un álbum exuberante, reflexivo, colorista y desenfrenado, disponible en plataformas digitales, que busca “un equilibrio entre el componente analógico de nuestros conciertos y la perfección que ofrece la tecnología digital. Cuando grabamos, ya habíamos tocado mucho en vivo, y buscamos un sonido directo y agresivo, que reflejara lo que hacemos. Tratamos de ser fieles a las composiciones y al modo en que las tocamos. La suerte ha sido rodearnos de gente con talento que nos ha ayudado a conseguirlo. El ingeniero, Jeremy Loucas, se tomó su tiempo para encerrarse en el sótano con nosotros y probar todas las ideas que teníamos en mente. En aquellos días la casa era como un gran barco en viaje de exploración por el Ártico. ¡Fue fantástico!”, concluye Xenia. 