Álbum

Anna Andreu

VigíliaHidden Track, 2025

Hidden Track Records acoge a artistas bastante activos en los escenarios catalanes como Carlota Flâneur, Ferran Palau o Mar Pujol. Anna Andreu, la cantante y compositora de Sant Quirze del Vallès, también ha publicado para el elegante sello barcelonés dos álbumes, “El mals costums” (2020) y “La mida” (2022; entre los discos del año según Rockdelux: puesto 13), dedicados al perfeccionamiento de una autoría que podría situarse en el centro del nuevo folk-pop-art en catalán o en algún punto intermedio entre la modernidad de Maria Arnal i Marcel Bagés, la cançó mediterránea de Maria del Mar Bonet y el arcaísmo de Tarta Relena. También podría considerarse 2023 como un año de transición donde vieron la luz una serie de singles digitales –entre ellos “Quietud”, una canción en la que participan compañeros de generación como Rita Payés y Paul Batlle– que acabaron cuajando en “Tots els cingles”, un pequeño vinilo de bucólica portada que jugaba con la fonética –“cingle” significa “risco” en la lengua de Josep Pla–. Ninguna de ellas aparece en su nuevo álbum.

Si algo caracteriza a Andreu es la atención que presta a los detalles de producción. “Vigília” es un trabajo modélico en este sentido sabiendo armonizar un sonido orgánico, cristalino y consonante con los armónicos de una voz que sabe evitar el exceso de manierismos, una tendencia muy común que sirve para erosionar la individualidad del artista. “Vigília” también se enmarca en los modos “minimalistas” de Andreu, maestra en diseñar –incluida maquetación, fotografía y vestuario– y secuenciar sus álbumes con inteligencia. Los ocho temas de “Vigília”, un disco que podría entrar en la categoría de “conceptual”, se van sucediendo en intensidad creciente como la apasionada relación personal que le sirve de foco.

Un primer ejemplo de ese concepto sensible es “Roja i espessa” con sus bellos arpegios de guitarra acústica y tono intimista. Le sigue “Com puc” añadiendo elementos nuevos –guitarra eléctrica y un ritmo más despierto, siempre sin estridencias–, para sorprender a continuación con la renacentista “No té nom”. Cuando tanto amor, añoranza y bendita amargura empieza a empalagar, Andreu desatasca su receta con las rayaduras indie pop de “La navalla”, cuya guitarra eléctrica suena a Low –o Tom Verlaine–, antes de coronar “Vigília” con la marítimo-pastoral “Sencera”, clásico de primera escucha con viola a lo John Cale y mística a lo Amancio Prada donde canta: Quina condemna haver-te de somiar, no em vinguis a buscar si no em vols sencera.

“Vigília” conlleva, efectivamente, mucho de mundo liminal. El desvelo es lo que tiene, aunque sea por algo dulce y “vigilia” integre un campo polisémico que también expresa víspera, abstinencia o trabajo intelectual nocturno. Todo ello es bienvenido en lo nuevo de Anna Andreu, además de Marina Arrufat –batería, violín, viola y coros; también es su pareja sentimental– y Jordi Matas –producción, grabación y mezcla–, o la voz sensitiva de Mar Pujol en “Turons”, un tema que aporta refrescantes dosis de mambo a base de teclado rugoso, batería cuatro por cuatro y guitarra eléctrica, antes de cerrar con otro corte impecable, “Any natural”, este disco fundado en una pasión que pide a susurros ser escuchada y descifrada. ∎

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