Ferran Palau

“El amor es un parque”, canta Ferran Palau, y su álbum “Parc” es, ante todo, la canción “Amor”, porque abre un nuevo universo en el ya personal universo del músico catalán. Parte de una idea repetida millones de veces: un encadenado de metáforas sobre lo que es el amor, aunque algunas de ellas son tan caprichosas o absurdas que lo convierte en un extraño juego infantil (por ejemplo, cuando rima “párquing” y “cástig” o “foc”, “port” y “esport”), pero descoloca aún más al utilizar un filtro de voz que hace sonar a Palau como una mujer, un niño o una niña, o un alienígena, o un ser ajeno a cualquier normatividad de género. Es la encarnación (o digitalización) perfecta de esa querencia que el también componente de Anímic ha mostrado siempre por el mundo de las sexualidades líquidas (¡si hasta aparece una representación de la malograda SOPHIE en el videoclip de “Parc”!).

En su quinto álbum, y de nuevo con la complicidad de su primo Jordi Matas en la producción, depura todavía más la fórmula que fue perfeccionando en “Blanc” (2018) y “Kevin” (2019): un magma de folk, future soul y R&B intimista y nocturno que, en este caso, parece bajarse de la nube metafísica para sumirse en una especie de melancolía terrenal, puntuada por unas guitarras de elegancia casi jazz y unos bajos que suenan profundos sin llegar a “petarte” agresivamente. Sus canciones, con textos más concisos que nunca, parecen reflexionar sobre relaciones, se piensan en el cuerpo a cuerpo y en el mente a mente y también se abren a la inquietud obsesiva. No en vano, otra de sus grandes aficiones, la del cine de terror de los años 80, se plasma aquí en forma de sintetizadores muy de la escuela John Carpenter o, por actualizarnos, cerca del diseño sonoro de la banda sonora de la serie “Stranger Things”. En canciones como “Perdó” o “Més enllà”, esa es la vibración predominante. Amor y miedo, bailando lentamente en la penumbra de una habitación, mirando hacia un vacío ajeno a todo lugar y todo tiempo. ∎