Álbum

Fiona Apple

Fetch The Bolt CuttersClean Slate-Epic-Sony, 2020
Ocho años después de su anterior largo, Fiona Apple McAfee-Maggart volvió con un trabajo que le aseguraba un puesto de honor en el apartado de “artistas imprescindibles”. Mirando a África y con grandes referencias en el horizonte (Joni Mitchell, Nina Simone), la de Nueva York encajó en “Fetch The Bolt Cutters” trece canciones extraordinarias que redefinían una vez más su particular concepto de “canción de autor”. Percusión, piano y unos textos incisivos explorando las relaciones personales sin miedo a hablar alto y claro. David S. Mordoh comentó el disco en el top de mejores álbumes de 2020 que protagonizó el estreno del nuevo Rockdelux online con Fiona Apple en la cumbre de discos de ese año.

Casi todas las civilizaciones poseen una música que las identifica y que además acompaña las partes más importantes de la vida de sus habitantes. No se sabe bien si siempre procede de impulsos del cerebro o también tiene que ver con el corazón y el resto del cuerpo. Sea para llorar, rezar o divertirse, la música está presente desde antes de nacer –cuando el embrión ya recibe los latidos cardíacos de la madre– hasta después de morir. Y en casi todas las variantes, lo que la domestica o libera es el ritmo. La fuente de la vida. Desde que nuestro corazón empieza a latir hasta que, como decía Paddy McAloon, “life’s not complete ‘till your heart’s missed a beat”.

La misma percusión, solo que ejecutada desde lo visceral, lo atropellado y lo voluptuoso, es la protagonista del disco de Fiona Apple. Está por todas partes a modo de correa de transmisión, para que la autora se deje llevar en un ejercicio catártico y liberador. Se nutre básicamente del gran trabajo de Sebastian Steinberg y Amy Aileen Wood, aunque a menudo se incorporan Fiona y David Garza con batería, campanas, palmadas, etc., conjurándose entre todos para romper el corsé pop, aunque pervive la esencia primaria de los estilos nobles afroamericanos que colonizaron los musicales blancos entre 1940 y 1960 –esos mismos a los que McAloon es adicto– y quedaron reflejados en un homenaje a Cy Coleman donde ella estuvo presente. Y mientras Merrill Garbus en Tune-Yards mira a África, “Fetch The Bolt Cutters” apunta al jazz.

Pese a haberse esbozado el libro de estilo en el álbum anterior ocho años atrás, lo que aquí ha cambiado definitivamente es la actitud militante para enfatizar la necesidad de sentirse libre. Se percibe enseguida en la interpretación vocal, en la manera de modular cada sílaba para subrayar un mensaje con voluntad explícita de romper cadenas. Sentimos a través de su interpretación en “I Want You To Love Me” el deseo de vivir y ser amada superando el resentimiento (“I move with the trees in the breeze”) entre el remolino de piano y un redoble contundente hasta ese final con un solo vocal; la manera de entonar como una voz negra en “Rack Of His” y “Heavy Balloon”; la deliciosa descripción en “Ladies” de una conversación (“no love is like any other love”) con la otra amante de su ex-pareja; la apoteosis del amor en “Cosmonauts”; el ultraje en “For Her” (“you raped me in the same bed your daughter was born in”); el resentimiento en “Relay” (“I resent you present your life like a fucking propaganda brochure”) y la igualdad en “Drumset” (“now I understand you’re a human and you’ve got to lie; you’re a man, and you’ve got to get what you want when you want it, but so do I”). Y nos perdemos entre el folk y el free jazz mezclados de modo tan bastardo que se yerguen con una pureza inédita.

Las cimas, no obstante, se alcanzan cuando voz, texto y ritmo de pronto son sublimados gracias a un gran estribillo, sobre todo en el del tema titular consolidándose en un último tramo muy CocoRosie, hasta dejar que los ladridos de cuatro perros se adueñen de nuestros corazones. Y en el de “Under The Table”, cuando se rebela insumisa (“kick under the table all you want, I won’t shut up”).

Tras todo este aluvión emocional cuya densidad nos permitirá seguir porfiando entre sus secretos durante tiempo, en la última canción, “On I Go”, recibimos la sentencia inapelable. La necesidad de moverse. Para avanzar. ∎

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