Ya han dado el primer paso en la carrera de cualquier estrella pop: se habla de ellos. Sus primeras composiciones llegaron a nuestros oídos y la enfermedad se convirtió en epidemia. Ganaron el corazón de esta revista, el de los oyentes de ‘Disco Grande’, fueron escogidos para el Alternative Tour y atraen a más fieles que nadie dentro del incipiente culto indie a pesar de algunos polémicos directos. ¡Ah!, se me olvidaba que los ha fichado una multinacional, aunque me parecen incomprensibles las felicitaciones de que han sido objeto, ya que hasta que se vea el trabajo de promoción y ventas no se podrá juzgar el cambio. Y soy de la opinión de que con un currículo como el suyo cualquier compañía va más sobre seguro que contratando estrellas televisivas con capricho musical o imitadores de OBK de quinta generación.
Las buenas vibraciones llegan ya con la portada de Javier Aramburu, que ha sabido captar con precisión kamikaze el contenido del álbum. La onda expansiva de “Super 8” está construida con soltura, entre la energía del “Everything Is Alright Forever” de Boo Radleys, la cortante brillantez de “Going Back Again” de Ride y los primeros singles de Moose, pero con una ambición mucha más amplia que la recreación personal de universos ajenos. Ansiedad, confusión, estados de ánimo incomprensibles que las golosinas, los cómics Marvel y las sustancias prohibidas no consiguen aclarar completamente. Hay que acudir al atisbo de luz de “Desorden”, a la panorámica de pesadilla que es “La caja del diablo”, a remedios ya conocidos como “Brigitte” y “Rey Sombra” o al contagioso ritmo de “Jesús”, que se te va de las manos y estalla como una ola. Quizá lo único que no puedo disfrutar completamente es la parte vocal de “Qué puedo hacer”, demasiado artificial para una canción tan turbadora. Pero los dos momentos más especiales son “Si está bien”, donde J susurra con enfermiza y destemplada dejadez, describiendo el sentimiento adolescente de forma tan precisa que deberías guardar esta canción más cerca de Buddy Holly que de tus tótems indies; la segunda gran sorpresa es la intrincada atmósfera de “10.000”, donde las palabras se deslizan sensuales y perezosas sobre la intensidad casi hipnótica de unas guitarras que te mantienen en vilo, que te impiden cerrar los párpados un segundo antes de completar el placer.
Ahora hay donde escoger gracias a ellos y a Silvania, Patrullero Mancuso, Family o La Buena Vida y tantos otros grupos de pop en castellano que hacen evidente la falta de medios para llevarlos al nivel de éxito comercial que merecen. Aunque no sé muy bien cómo encajarían en un mundo donde el símbolo de la calidad musical son los Presuntos Implicados, donde una canción titulada “El hombre del 68 en el 93” te gana una reputación de artista combativo que no admite concesiones y donde la idea de un buen estribillo consiste en rimar “Piel gitana y sangre española” con una memez metafórica sobre que el mundo es una caracola (y encima esperan que eso te afecte emocionalmente). En fin, que Los Planetas, con el leviatán corporativo de su parte, pueden suponer un serio shock en las constantes vitales de ese cementerio de colorines que siempre han sido nuestras listas de éxitos. ∎