El objetivo de Blanca del Amo, autora de la imagen de portada de este libro, captura de forma precisa el talante de Ana Curra con respecto al mismo. La mirada de la música y docente escurialense, frontal y transparente, se integra en el generoso escalado de grises del lienzo y nos recuerda que esa amplitud de matices es obligatoria en cualquier narración biográfica que quiera trascender la mera hagiografía o aspire a vadear el quebradizo terreno de la fabulación.
La periodista musical zaragozana Sara Morales no esconde en ningún momento la devoción que profesa hacia ella y su obra, pero auspicia un prolijo ciclo de conversaciones en diez jornadas muy bien aprovechadas. Consigue sintonizar la anhelada frecuencia de confianza con su ilustre interlocutora desde el principio y aprovecha para abrir el encuadre sobre la protagonista, incluyendo en los elaborados cuestionarios preguntas sobre su trabajo como profesora de piano, los influjos que han operado sobre su obra lejos del pentagrama, sus inquietudes políticas o su relación con las redes sociales.
Son casi 270 páginas de diálogo fluido y cómplice que proponen un recorrido cronológico por tan aventurada vida, haciendo prolongadas escalas en los dos episodios esenciales para la nueva ola madrileña que ella coprotagonizó: teclista, arreglista y compositora de Alaska y Los Pegamoides; lideresa dominatriz en los imprescindibles Parálisis Permanente. También se coloca el foco sobre etapas creativas peor conocidas y apenas reconocidas: la de Seres Vacíos y la de sus primeros trabajos en solitario. Y se repasa su reivindicación, ya en este siglo, del legado de Parálisis Permanente, así como la breve alianza con Digital 21.
El generoso testimonio de Curra no rehúye fricciones ni esquiva asuntos problemáticos, como sus disputas con la discográfica Warner o su espinosa relación con algún miembro de la familia del difunto Eduardo Benavente. Incluso al abordar temas dolorosos que atañen a la más estricta intimidad, contesta con valentía y franqueza, añadiendo valor a una lectura que nunca pierde interés y que nos permite explorar los rincones menos conocidos de una existencia tan intensa como los pentagramas en que Ana Isabel Fernández ha estampado su firma. ∎