Teenage Fanclub han elegido el Mausoleo Hamilton como telón de fondo para el vídeo promocional de “Foreign Land”, la excelente canción con la que abren el duodécimo álbum de su carrera. En ese marco mortuorio que recuerda al Panteón de Agripa, construido por encargo del escocés Alexander Douglas, décimo Duque de Hamilton –quien se hizo momificar y enterrar en un sarcófago egipcio auténtico de basalto–, se observa en plena forma, vivitos y coleando, a Norman Blake y Raymond McGinley –voces y guitarras– junto a Francis Macdonald –batería–, Dave McGowan –bajo– y Euros Childs –teclados y voz–, el ex Gorky’s Zygotic Mynci que desde 2019 viene refrescando el sonido y la imagen de la banda con su joven aspecto aunque ya se acerque peligrosamente a los cincuenta de sus compañeros.
Pero no esperen de “Nothing Lasts Forever” un memento mori. Su temática no es en absoluto funeraria, aunque sí otoñal. Sus letras no suenan a sermón sino a reflexión, su música eleva un espíritu bien encarnado al esqueleto. Después del pospandémico “Endless Arcade” (2021), un disco de bajas sensaciones, la veterana banda escocesa parece haber recuperado el aliento a pesar de la fantasmagórica portada del nuevo trabajo –esa silueta femenina tras el cristal opaco–, un aspecto este siempre mimado por Teenage Fanclub. Tras su ruptura matrimonial, Blake parece dispuesto a olvidar lo peor del pasado reciente y celebrar la vida. De esto va la gran “Foreign Land”, una de las canciones escritas por él, con el Farfisa de Euros Childs y la gozosa guitarra “moscardón” –feedback sostenido– a lo Feelies de McGinley, que se repite en otros cortes como “It’s Alright”.
La eufórica “Foreign Land” deja el listón del álbum muy alto a las primeras de cambio. “I Will Love You”, el tema que lo cierra, emplea imágenes poco habituales –excepcionalistas, puritanos, intolerantes– para ilustrar la solidez de cierto amor. Es un tema pulsante y largo (siete minutos), con un arreglo electrónico de Childs que le aporta el filo necesario. Entre medias, predominan los medios tiempos como “See The Light”, pero son las piezas de ritmo más alto como “Back To The Light” –la palabra “luz” se repite de nuevo en “I Left A Light On”– o “Self-Sedation” las que mejor se imprimen en la memoria. Esta última comienza con una frase de “Auguries Of Innocence” (1803), de William Blake, que también dice: “Estamos hechos para la alegría y el dolor; cuando lo sabemos ya nada puede hacernos daño”.
Las canciones de Blake –el de ahora– y McGinley transmiten ese mismo sentimiento de ambivalente melancolía, de algo bello que tiene la capacidad de iluminar –esa luz–, pero que se te escapa entre los dedos, aunque siempre se pueda volver a escuchar este tesoro de melodías y armonías vocales por obra y gracia de la técnica. De cualquier forma, ellos suelen decantarse siempre por restañar las heridas en lugar de ahondar en ellas. Así es “Nothing Lasts Forever”. Teenage Fanclub no revolucionarán ningún ordenamiento estético, siguen sonando inevitablemente clásicos, como The Byrds y Big Star con un adorable toque indie, pero siempre te hacen sentir como en casa con sus grandes canciones –“Nothing Lasts Forever” tiene unas cuantas– y volver a ella es sinónimo de triunfo. ∎