Más radicales que en los dos últimos de sus cuatro discos, “Open The Gates” (2021), el último para el sello International Anthem, y “Protect Your Light” (2023), el salto a Impulse! con lo que la historia de esta discográfica implica, los cinco miembros de Irreversible Entanglements aparecieron en el escenario de la remozada sala barcelonesa El Molino y no dejaron de tocar en ningún momento durante los 70 minutos que duró el concierto. Ya habían actuado en Barcelona el pasado 28 de mayo en Primavera a la Ciutat, y Moor Mother, su poetisa y cantante, mostró en el MACBA en noviembre de 2022 su concepción del afrofuturismo audiovisual mano a mano con Rasheedah Phillips, la otra mitad fundadora del colectivo artístico Black Quantum Futurism.
Más que cantar, Camae Ayewa –nombre real de Moor Mother– recitó entre susurros –más introvertida y pausada que en disco, donde su voz aparece en poderoso primer plano– o se lamentó con voz airada de los desequilibrios sociales, mientras sus cuatro compañeros tejieron un indescifrable y portentoso mosaico de jazz de guerrilla en progresión en el que convergen el free jazz con el funk y otras músicas negras, el black message con un blues explosivo y el compás afrocaribeño, el futurismo de Sun Ra con el jazz espiritual de los Coltrane.
Pero el inicio del concierto de ayer domingo, con un caudal de percusiones básicas más ambientales y tribales que rítmicas, recordó al Art Ensemble Of Chicago. Los pasajes con percusiones tocadas por todos –crótalos, triángulos, panderetas, maderas, kalimbas– parecían un enigmático prólogo, un breve interludio para descomprimir o el preludio a una aceleración coral. Con menos espacio para las brutalidades rítmicas de otras actuaciones y de algunos de los temas de sus discos, tipo “Protect Your Light” y sus aires de carnaval brasileño, el concierto en El Molino me hizo pensar en la versión de “Nuclear War” que hicieron en el disco de tributo de la organización Red Hot dedicado a Sun Ra: un tema largo de casi 20 minutos que progresa y progresa, muta, vuelve engañosamente a la tranquilidad para mostrar de inmediato sus múltiples aristas. Así durante más de una hora de plenitud.
Sin pausa, pero con periódicas y profundas inflexiones marcadas especialmente por Keir Neuringer, cuyos saxos alto y soprano trazaron constantemente melodías subterráneas contrapunteadas por los instrumentos de Aquiles Navarro, quien tras ejercer de maestro de ceremonias al comienzo con el sintetizador, fue cortando el aire con la trompeta, la trompeta con sordina amplificada directamente con el micrófono de mano, un rudimentario cuerno y una concha marina tocada igual que la trompeta. El batería Tcheser Holmes y el contrabajista Luke Stewart se deslizaron rítmicamente con músculo o con temple. Y en el centro de las armonías y las rugosidades, Moor Mother, casi siempre con los ojos cerrados, clamó por la libertad y la paz, evocó aquel nuevo mundo descubierto con sangre por Colón e ideó un estado de ánimo en el que podamos ser libres para todo. Jazz con proclamas políticas sugeridas en penumbra, sin alzar la voz pero con extrema contundencia, y con un caudal inabarcable de ideas sonoras que parten de los géneros de la música negra para expandirse más allá de los límites, que también los tienen, del free jazz, la improvisación y la vanguardia. ∎