Revisión de convicciones.
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Natalia Lafourcade

Mística, magia y bucolismo

Fotos: Alfredo Arias

21.03.2023

La artista mexicana vuelve a hacer gala de la hibridación que la caracteriza a través de su álbum más biográfico. “De todas las flores” es un diario donde aprende a escucharse y a escuchar el mundo que la rodea: la tierra, la historia, la cultura y la naturaleza se unen en el álbum a través del camino más íntimo y personal.

De todas las flores” (Sony, 2022) es el décimo álbum en estudio de Natalia Lafourcade. Sin embargo, es el primero que la mexicana publica con composiciones propias tras siete años indagando en el folclore de su tierra. Siendo uno de los trabajos más ambiciosos de su trayectoria, dista enormemente con respecto a sus anteriores proyectos. “De todas las flores” lleva el bucolismo por bandera: la naturaleza se inserta en el paisaje sonoro de Lafourcade a través de referencias a la mística, la magia y las tradiciones chamánicas de Veracruz, el estado en que la cantautora de origen azteca –nació en Ciudad de México, en 1984– se crió.

Las composiciones, por otra parte, responden a estructuras tradicionales: boleros, sambas y otros palos latinoamericanos son adornados con la instrumentación más académica, generando un punto de conexión estable entre la tradición popular y la escrita. Producido junto a Adán Jodorowsky, hijo de Alejandro Jodorowsky, conocido en el ámbito artístico como Adanowsky, también se acerca a la frontera vanguardista y experimental, con una clara influencia jazzística.

Así, si Lafourcade se consideraba icono de artistas de habla hispana a comienzos de este siglo, su entrada en esta nueva década indica un cambio de paradigma en su carrera. Poco (o nada) se acercan sus nuevos proyectos a aquel “Hasta la raíz” (RCA-Sony, 2015) que multiplicó su alcance. Tal y como ella afirma, prefiere no ceder a la autocomplacencia a través de senderos recorridos previamente: emplear los mismos métodos compositivos denotaría una falta absoluta de curiosidad por su parte. Así, su último disco, si bien aglutina algunas de las influencias anteriores, no puede asemejarse a alguno de los ya publicados. El universo de la mexicana resulta tan amplio que, analizando su versátil trayectoria, el calificativo de “canción de autor” sería desacertado para referirse a ella.

Ese gusto por los géneros folclóricos que asoma a “De todas las flores” puede remitir a su trabajo inmediatamente anterior. “Un canto por México. El Musical” (Sony, 2021) –síntesis audiovisual de los álbumes “Un canto por México Vol. 1” (Sony, 2020) y “Un canto por México Vol. 2” (Sony, 2022)– ha ganado este mismo año el Grammy a mejor álbum de música regional mexicana gracias a su labor de difusión y documentación de la cultura musical de su país, especialmente del son jarocho. El álbum traslada al directo el proyecto que Lafourcade, junto con Los Cojolites, articuló para recaudar fondos tras los terremotos de México en 2017. Su intención era restaurar el Centro de Documentación del Son Jarocho de Veracruz, en una orgullosa labor de difusión y promoción de la cultura de su tierra. Para la artista, sin embargo, la tradición viene inevitablemente ligada al concepto de ritual: así, el componente natural del folclore se une en su proceso creativo con la mística de la inspiración. Para Lafourcade, la inspiración es un concepto mágico y abstracto, pero con una fuerte presencia en el mundo real para aquel que sabe escucharla.

La perspectiva de volver a empezar.
La perspectiva de volver a empezar.


¿Qué tal en España? Estas últimas semanas has estado en los Premios Goya y has ganado un nuevo Grammy. ¿Cómo se siente?

Aquí estamos, con todas las emociones posibles. Muy contenta de estar aquí.

¿Cómo surge en ti la necesidad de recuperar el folclore mexicano y cuál es la importancia que le das en tu carrera?

Ese proyecto lo celebro muchísimo. Me alegro mucho de tener este reconocimiento y también de haber logrado hacerlo. “Un canto por México” es un proyecto que nace con la intención de realizar varios conciertos para recaudar fondos, con el fin de reconstruir un centro comunitario donde se revive el son jarocho, que es una música tradicional de Veracruz. Además, el centro lo han fundado Los Cojolites, que es una agrupación de aquí.

¿Qué actividades se realizan dentro del centro?

Además de música, se dan clases de zapateado, se aprende marimba, cocina tradicional, telar de cintura… Es un espacio importante para conservar las tradiciones de Veracruz. También hay mucha documentación importante sobre la historia del son jarocho. Este espacio se vio muy afectado con los temblores de 2017 en México, así que nosotros emprendimos una misión para la reconstrucción del espacio. No fui solo yo, hay muchas personas involucradas en esto. En su momento, se hizo un concierto en el Auditorio Nacional de Ciudad de México. Después hicimos más conciertos, vinieron muchos artistas a cantar… Queríamos resaltar nuestra tradición, nuestros géneros musicales, pero con invitados y otros artistas.

¿De ahí surgió la idea de hacer un disco?

No queríamos dejarlo solo en un concierto, y eran tantas canciones que se convirtieron en dos volúmenes. Yo quería que se viera la esencia y el alma de este proyecto, así que invité a músicos locales del lugar donde yo ahora vivo, que es en Xalapa. Hay mucha comunidad musical en Xalapa, es como una familia. En general pasa mucho en México, la marimba y otras cosas se tocan mucho en la calle. Terminamos haciendo una pieza que muestra una comunidad, una familia que podía ser la de cualquier persona en México, y eso me gusta muchísimo. Creo que la pieza muestra nuestra cultura en general y tiene momentos muy fuertes. La pieza era un orgullo, y también lo es haberla producido en tiempo real. En ese momento tenía su grado de complejidad grabarla, porque no estaba pensada para ser un álbum. Pero después pusimos ese disco en Spotify, fue nominado para los Grammy, ganó su reconocimiento. Yo siempre digo que los premios que me dan no son solo para mí, sino para todas las personas que están atrás de mí, sosteniéndome y haciendo el arte junto conmigo.


“Yo no me había dado cuenta de que habían pasado muchos años sin tener un disco inédito totalmente mío. Ahí hubo algo de mí que despertó, y me di cuenta de que volver a regar ese jardín propio era una necesidad enorme de mi alma”



¿Tuviste que documentarte mucho a la hora de concebir el disco?

No realmente. Yo creo que la labor la hizo el centro de mi parte. Había una intención de acercarme, de poder estar cerca de Los Cojolites y de poder fusionar también los estilos de ambos. Ha sido muy interesante y enriquecedor para mi mundo.

¿Cómo se inserta el folclore tradicional de tu tierra dentro del consumo musical más masivo?

Se me hace muy interesante poder bajar las fronteras para abrirnos. Un poco de eso tiene que ver con mi curiosidad: soy muy curiosa y me gusta aprender de toda la música tradicional. Después de algunos años, esos géneros empiezan a formar parte de mi gama de posibilidades, así que mi música y mi persona se han enriquecido. Por ejemplo, en Veracruz el son jarocho es muy importante. Si tú quieres aprender son jarocho tienes que ir al fandango. Veo que aquí tienen el tablao, así que existe una relación entre el flamenco y el jarocho. Si eso se lleva a un nivel más masivo, no sé si comercial, seríamos todos conscientes de que existe esa música todavía. Creo que es bonito no perder de vista que hay algo que viene de ahí y que puede enriquecer mucho nuestras formas de vida actuales. Al menos es lo que yo voy experimentando a nivel personal con mi campo musical.

¿En qué consiste, exactamente, el son jarocho?

Pues hay muchos ritmos en él. Hay infinidad de instrumentos. Está la leona, la parte baja del sonido, que es un instrumento hermosísimo. Están las jaranas, también la quijada de burro, por ejemplo, que es la parte rítmica. Hay zapateado también. La tarima, por ejemplo, es muy importante, como para ustedes, hay que seguir el ritmo con los pies. Está el requinto también, que va contrapunteando. Y la parte de las letras, que es muy bonita, viene mucho del campo. Hay mucha poesía sobre el estilo de vida del campo. Eso a mí se me hace precioso.

Al rescate de la tradición mexicana.
Al rescate de la tradición mexicana.


“De todas las flores” ha sido tu último lanzamiento después de “Un canto por México”, y sale después de siete años sin que publiques canciones propias. ¿A qué se debió el parón?

En un punto estaba siendo muy delicioso poder jugar con toda esta música de “Un canto por México”. Yo estaba muy entretenida coqueteando con estos géneros, pero un amigo me dijo: “Oye, ya estoy empezando a extrañar a tu persona y tus canciones”. Yo no me había dado cuenta de que habían pasado muchos años sin tener un disco inédito totalmente mío. Ahí hubo algo de mí que despertó, y me di cuenta de que volver a regar ese jardín propio era una necesidad enorme de mi alma. O sea, que ya estaba pidiendo a gritos “por favor, hagamos algo, pero nuestro”.

¿Cómo has compuesto las nuevas canciones?

La disciplina de componer canciones la llevo como una cosa muy desorganizada, porque no es que yo me hubiera sentado a componer las de “De todas las flores”. Yo estaba en la gira, estaba en medio de muchas cosas y cada cuanto escribía una canción, pero se me olvidaba que lo hacía. Pensaba que no tenía nada hasta que fui a buscar mi teléfono y me di cuenta de que lo que yo tenía era un diario musical. Ese diario representaba una época de mi vida, que se quedó encapsulada en esas canciones. Otro amigo, que es coautor de dos temas del disco (se refiere a David Aguilar), vino a la casa y me hizo poner las canciones. Me aconsejó grabar esta música, porque en un momento yo no sabía si hacerlo: era muy personal, la sentía como algo muy crudo y muy blue.

Las estructuras de las composiciones son totalmente diferentes a las empleadas en “Hasta la raíz”. ¿El proceso que has vivido con el folclore tiene algo que ver con concebir el disco de una forma menos radiofónica?

Sí. Cuando este disco empezó a tomar forma, el planteamiento para hacer la música era “vamos a ir por el camino que sea nuestro”. Había una regla para mí que consistía en no involucrar a personas de fuera, no mostrar lo que estábamos haciendo ni decir hacia dónde queríamos ir, porque ni yo lo sabía. Más bien quería encaminarlo hacia dónde nuestra intuición y nuestra necesidad musical nos dictara.


“El disco no responde en absoluto a la música que hoy en día podemos escuchar en la radio, pero yo tampoco tenía interés en hacer eso. No quería ser condescendiente con el momento que estamos viviendo como industria, sino más bien estar de mi lado y del lado de mis inquietudes”



¿Cómo ha sido el proceso de instrumentarlas? Los arreglos recuerdan a una orquestación clásica.

Hay experimentos que nunca probé antes: creo que tiene que ver con los músicos que tuve en el disco. Por ejemplo, tuve a un guitarrista que amo, Marc Ribot. También Cyril Atef es un excelente baterista y percusionista. Tiene mucha cultura de África, pero también él se inició en el punk, así que puede tocar un son cubano y una salsa. De repente, llegó Emiliano Dorantes, cuyo padre, un pianista excelente, le ha inculcado el mundo de la música clásica y el jazz. Cada uno de los músicos traía un mundo diferente, que perfectamente podía jugar en mi camino. El disco no responde en absoluto a la música que hoy en día podemos escuchar en la radio, pero yo tampoco tenía interés en hacer eso. No quería ser condescendiente con el momento que estamos viviendo como industria, sino más bien estar de mi lado y del lado de mis inquietudes. Estamos como en Marte, pero a mí me gusta mucho, siento que es muy lindo y que arropa muy bien a las canciones. Eso era lo más importante: poder generar un vestido apropiado para cada una de las canciones.

Me da la sensación de que en este disco se difuminan mucho los prejuicios que existen entre la música académica y la música de tradición oral.

Cuando yo estoy haciendo música no estoy pensando este tipo de cosas, porque siento que eso alteraría mucho mi manera de crear. Conforme uno va haciendo los arreglos musicales y va terminando la canción, hay algo que se empieza a sentar en ella y toma vida propia. Lo que pase después uno no lo puede controlar. En el caso de los géneros musicales, es bien sabido por la gente que me conoce que me voy a meter con todo. Yo no pienso que una cosa no pueda convivir con la otra, así es mi manera de relacionarme con la vida. De repente me invitan a un lugar muy elegante a comer y digo: “¡Ay, qué cosa más rica!”. Pero, también de repente, acabo en huaraches comiéndome unos frijoles y unos tamales y soy muy feliz. Me gusta estar en todos lados al mismo tiempo. No hay divisiones, o yo siento que no las debería haber, porque todo puede convivir. Si uno piensa la música de atrás, todo está mezclado con todo y, cuando quitamos esas barreras, hay posibilidades de que se vaya enriqueciendo más el mundo en todos los sentidos, no solo en música.

Celebrando la vida.
Celebrando la vida.


¿Cómo es convivir con un abanico de influencias tan amplio en un contexto donde todo está mucho más categorizado?

Me doy cuenta de que soy una persona con muchas inquietudes artísticas. Hay muchas cosas que todavía no hago y que quiero hacer. No puedo estar quieta, tampoco puedo reducir mi mundo a hacer solamente las cosas que ya hice y repetirlas para asegurarme nada, porque eso sería matarme a mí misma.

Si tuvieses que resumir el concepto de las letras del disco, ¿cómo lo definirías?

Me gusta usar el concepto de diario musical, porque un diario contiene todo tipo de momentos de una persona. Uno puede acudir al diario cuando se siente muy feliz, desesperado, con ansiedad, o muy abajo. Las canciones contienen mucha información, nunca había hecho un material tan personal. Yo creo que es un disco acerca de las muertes en vida, y que las canciones vinieron para enseñarme cosas. Las siento como maestras.

¿Cuál es el mensaje que te llegó de esas canciones?

“Pajarito colibrí”, por ejemplo, es una canción mensajera. Yo me estaba quedando en casa de una amiga, en una especie de residencia para estar conmigo en silencio, sin el teléfono. Lejos de todo mundo. De repente vino la letra, me quedé con la canción en la mente. Hubo mucha mística en este disco, en canciones como “Que te vaya bonito, Nicolás”, “Muerte”, o “María la curandera”, sobre una mujer chamana. En México tenemos muchos chamanes y chamanas, existe la medicina de nuestra tierra y de nuestras plantas. Hay mucha mística en la tierra. Creo que eso formó parte de mi proceso de una manera muy orgánica. Todas mis letras se fueron llenando de la montaña, la naturaleza, Veracruz, el mar…


“En México tenemos muchos chamanes y chamanas, existe la medicina de nuestra tierra y de nuestras plantas. Hay mucha mística en la tierra. Creo que eso formó parte de mi proceso de una manera muy orgánica. Todas mis letras se fueron llenando de la montaña, la naturaleza, Veracruz, el mar…”



¿Hay veces que estás escribiendo algo de forma automática y cuando lo escuchas piensas por qué lo has escrito? ¿Aprendes nuevas cosas sobre ti misma de esta forma?

Sí, eso es porque llega la inspiración. Cuando tú escribes como si fuera un dictado, hay algo más, y eso no te lo puedo explicar. Es muy bonito cuando eso sucede, y no ocurre todo el tiempo. Lo interesante es cuando, con el tiempo, vas desarrollando la capacidad de saber cuándo está sucediendo y poder hacer un paréntesis, porque te puede llegar de la manera más rara y en el momento más raro.

¿Has compuesto este disco en torno a momentos de inspiración?

En un punto sí me senté a hacer un mapa de cómo quería grabar las canciones. Para mí es un reloj, porque no es un mapa lineal, sino redondo, que me permitía entender que todo esto formaba parte de un ciclo. Este proceso tuvo un principio y un fin. Casi llegué al estudio cuando ya había terminado esa etapa.

¿Y sentías la misma emoción cuando lo grabaste, aunque se hubiese terminado esa etapa?

Sí, sí sentía. Yo sentía muchísimas cosas. Pero en un punto las canciones dejan de ser mías. Hay una cosa bien bonita cuando empiezas a cantar la canción y piensas: “Órale, qué canción tan hermosa, ¿no?”. Cuando yo estaba cantando las canciones en el estudio eran mis canciones, pero también había una sensación de verlas madurar. En ese momento, me empiezan a hablar y dicen “llévame por acá, pónganme más música, pónganme un ritmo más movido”. Con “Muerte”, por ejemplo, la canción me pedía no cantar, y para mí eso era muy confrontador. Encima la melodía era tan bonita…. No sé, pasan esas cosas. Hay mucha magia ahí… es muy interesante. ∎

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