Fantasmas. Ausencias. Estamos hechos de ellas; nos constituyen, más que las elusivas presencias y dudosos encuentros en que nos empeñamos. Desde “Patience” (2016), de Daniel Clowes, hasta “Sabrina” (2018), de Nick Drnaso, pasando por “Rosalie Lightning” (2016), de Tom Hart, una parte relevante de la narrativa gráfica contemporánea gira en torno al tema de la desaparición, y sus consecuencias psicológicas y sociales. Cada uno en su estilo, todos ellos son síntomas de un régimen de las relaciones personales en que la soledad hiperconectada ha dado lugar a un trato con el Otro en que este suele ser una impresión psíquica y un rastro más que una entidad corpórea y definida. Alguien, en alguna parte, es, pero no está.
Un bote sin tripulante es remolcado hasta el puerto de Ferrol. Un marino que es, para su familia, más una voz al otro lado de la línea telefónica que una figura tutelar. Un muñeco de plástico que se pierde. Un niño que no está donde debería. Con estos materiales Begoña García-Alén (Pontevedra, 1989) construye el relato de una infancia costera, extrañada, hecha de atisbos y premoniciones. Su historia se presenta como una original extensión libre sobre una historia bien conocida por los aficionados al arte conceptual: el final de Bas Jan Ader, artista viajero, neerlandés, que en 1976 se perdió en algún recodo del océano, no lejos de Irlanda. Los temas que caracterizaron su obra –el trayecto en deriva, lo milagroso, el abandono, una tristeza inefable– se desarrollan aquí en un registro que, bajo la apariencia de un realismo naif, oculta una verdadera ghost story.
Con sus sutiles alternancias entre los autorretratos del pintor y las resignadas rutinas ferrolanas –con su estudiado contraste entre las estructuras de 2X3 y las páginas abstractas, o casi–, “Adiós amigos” aborda asimismo el tema de la muerte de una manera cuidadosa y lateral. Muestra cómo en la conciencia infantil esa certeza definitiva se va incorporando paulatinamente a partir de visiones, casualidades, suposiciones. El resultado es uno de esos cómics de factura leve y fondo insondable que evocan, como quiso Ader, “algo demasiado triste para ser contado” y que, no obstante, requería estas palabras, estas imágenes lacónicas, precisas, hermosas, que están aquí mismo aunque no estén del todo. ∎