Libro

Daniel Ruiz

MosturitoTusquets, 2024

La novela picaresca tiene en el Lazarillo a su máximo exponente creativo. Ese niño lastrado por un mundo hostil, al que intenta sobrevivir como puede de episodio a episodio, siempre perplejo ante la violencia, la estupidez y la hipocresía adulta, tiene ahora un nuevo primo hermano. Se llama Pedro, aunque todo el mundo lo conoce como “Mosturito” por lo feo, raro y simple que es. No llega a los 10 años, pero ya tiene mucha vida encima. Demasiada vida. Y eso es lo que nos va a contar. Su demasiada vida. Porque la literatura española vive precisamente de eso, de las voces perdidas que se reivindican, que no se apagan nunca a pesar de los kilos y kilos de mierda que le echen encima. Y Mostu es de esas voces perdidas, de las mejores.

Daniel Ruiz (Sevilla, 1976), autor de “Maleza” (2018) y “Amigos para siempre” (2021), regresa a la narrativa con “Mosturito”, una novela de iniciación con niño triste de fondo donde sobresale un lirismo cruel, una ternura inocente, un humor lleno de electricidad y un alma dickensiana con sangre andaluza que te obliga a leer no con una constante media sonrisa en los labios, sino con la boca abierta del todo.

El escritor nos lleva a la Sevilla de extrarradio de los años ochenta. Y lo hace en una primera persona infantil, llena de ritmo oral, coloquialismos y conjunciones imposibles de palabras para que a todos los profesores de lengua de cuarto de primaria les dé un ictus al segundo. Y lo bueno es que te olvidas de todas las particularidades del lenguaje muy pronto, como si te metieses in situ en la mente de este niño que ha vivido de todo, pero todo mal. Fuera del Faulkner de “El ruido y la furia” (1929) o de Andrea Abreu en “Panza de burro” (2020), Ruiz consigue así un expresionismo emocional más allá de cualquier corrección sintáctica y hace que la comunicación con su imposible protagonista sea más directa.

La historia no difiere mucho del ABC de los melodramas de orfanatos y malas gentes, pero es que de eso va el libro, del niño típico de este tipo de relatos que se quiere escapar de su propia estereotípica historia triste. ¿Lo logrará? Mostu vive con su Tata, la hermana de su padre, una mujer apasionada, siempre llena de calimocho en la sangre y culebrones en el corazón. Y vive con su tía porque su padre maltrataba a su madre y ahora está en prisión después de haberla matado en uno de sus arrebatos. El pobre niño quiere aparentar que nada le afecta, pero fracasará una y otra vez.

Este es su drama. No puede escaparse de su historia triste y esto le hará hervir la sangre. Así vive desde el principio, con la sangre en ebullición, con un episodio violento detrás de otro que lo llevarán del colegio a Asuntos Sociales, de Asuntos Sociales a escaparse de casa, de un correccional religioso a un apartamento de lujo de un adolescente punki heroinómano, y de allí de nuevo a casa de su tía, ahora con un nuevo novio. Y todo parece estar construido para librar al pobre niño de la tristeza de esa noche en que oyó desde su cuarto a su padre golpear a su madre hasta matarla, pero entonces no encontró el valor para salvarla.

La picaresca aquí será un exorcismo para redimirse de este triste momento. Primero se librará de los que le hacen daño a él, de los niños que se meten con él, de los pedófilos que intentan aprovecharse de su inocencia, hasta de la traición de sus propios amigos. Después, comprenderá que lo que tiene que hacer es defender a los demás, no solo a sí mismo, y ayudará al niño gordo que martirizan en el orfanato o al drogadicto que nadie ha sabido querer. Perderá así el miedo y será capaz de cortar los tópicos de este tipo de historias y podrá liberar a su tía y cerrar así el círculo de redención y crecimiento personal.

Ruiz, uno de los escritores con una voz más propia y reconocible en la nueva literatura española, se vuelca en cuerpo y alma y nos hace ver la vida por los ojos de este niño tan particular. Y lo logrará hasta conseguir la paradoja de dibujar a través de él todas las infancias, toda esa niñez que nunca ha querido ser un fenómeno gregario y reactivo del mundo adulto, que quería defender sus propios códigos de valores, sus propios santos y vírgenes, sus propias creencias, deseos y necesidades. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados