Cómic

Joris Mertens

Limpieza en secoPlaneta Cómic, 2023

La publicación de la novela gráfica silenciosa o muda –según se mire– “Béatrice” (Rue de Sèvres, 2020, aún inédita aquí) fue el debut en el cómic del artista gráfico belga Joris Mertens (1968), dedicado al mundo del cine y la televisión y especializado en crear storyboards. En su segundo álbum, “Limpieza en seco” (2022; Planeta Cómic, 2023; traducción de Albert Agut Iglesias), la novedad reside en la incorporación de diálogos. No muchos.

La trama transcurre en una urbe europea indeterminada que sugiere ser ora Bruselas, ora París, bajo una lluvia incesante, dibujada como si de unos enormes telones se tratase. La época tampoco se determina, pero las ropas y coches remiten a los setenta. El protagonista es un repartidor que responde por François. El hombre, harto de ese cielo azul grisáceo, vive establecido en la sombría rutina de la tintorería Chez Bianca, las reprimendas a Alain, el nuevo conductor, y las entregas en domicilios suntuosos y hoteles caros; también en el barullo de las calles, el tráfico y el bar Monico. Su bondad se dirige a la pequeña hija de la lotera Maryvonne –tal vez estanquera–, a quien compra la misma combinación desde hace años. Su mayor anhelo es que su billete sea el agraciado. Como guionista, Mertens insiste en la figura de una soledad compartida en que la tintorería se antoja un lugar húmedo y el bar un refugio, en medio de una ciudad que parece no existir.

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Mertens vuelve a destacar en el manejo del color para resaltar la estética de los espacios y los objetos que, por momentos, amenazan con cobrar vida. Las tonalidades son útiles para transmitir estados de ánimo como la tristeza, la oscuridad o la alegría de los personajes. Los matices ocres presiden distintos escenarios. Las viñetas de gran tamaño, a veces a doble página, rebosan efectos cinemáticos. La precisa composición de las imágenes y el uso de los ángulos desprenden swing. El resplandor rojizo de las luces de neón se refleja en las aceras aguadas, como el uso de tonos cálidos en espacios cerrados. Los vasos de cerveza parecen iluminar la barra sobre la que están colocados. Esos destellos dejan paso a las sombras que cubren los tejados de la ciudad y los troncos retorcidos de los árboles del bosque.

La narración avanza entre cortinas de agua dibujadas con el trazo definido del ilustrador. Mertens sabe cómo moldear la lluvia que no solo empapa a François, sino también vuelve líquidas sus palabras amables y gastadas. En medio de ese torrente constante, topa con una bolsa repleta de billetes y unos cuantos cadáveres. En ese punto, el historietista ofrece un homenaje al cine negro y el polar francés. Con esta segunda novela gráfica, su primera obra “no silente”, Joris Mertens consigue un espectáculo visual que lo sitúa entre los títulos destacados del año. A una edición excelente se añade una buena encuadernación y un papel de calidad. ∎

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