En el tiempo que usted ha tardado en leer la entradilla de este artículo, probablemente
Steven Soderbergh haya sumado un nuevo crédito a su ficha del IMDb. Desde su retiro de la dirección de cine, este hombre renacentista ha ejercido como director de fotografía y montador –en la secuela de su propia “Magic Mike” (2012), aunque esta vez sin sus seudónimos habituales en estos oficios, Peter Andrews y Mary Ann Bernard–, ha producido películas como el documental sobre Edward Snowden “Citizenfour” (Laura Poitras, 2014) y series como la prometedora
sitcom “Red Oaks” (2014), y ha dirigido un telefilme,
“Behind The Candelabra” (2013), y una serie,
“The Knick”, con más cine dentro del que acostumbra a tener la tele. De hecho, es una exhibición directoral de diez horas.
Creada por
Michael Begler y
Jack Amiel, “The Knick” se sitúa en Nueva York en el año 1900. Y el género al que pertenece, el “drama médico”, tiene una larga tradición: en 1951 se estrenó en CBS el que se considera el primero, “City Hospital”, con Santos Ortega y luego Melville Ruick. Pero en cuestión de un par de secuencias echa por tierra cualquier preconcepción que uno pudiera tener, cualquier proyección mental de una serie de hospital en el cambio de siglo. Sensación de plena inmersión en lugar de simple admiración ante la belleza de un cuadro refinado. Sensación de estar viendo algo nuevo, a pesar de la familiaridad de los conflictos (de clase, raza, género) que se ponen encima de la mesa (de operaciones).