Desconcertó en un primer momento. Fue despachado con gestos airados e incomprensión. Poco a poco fue calando su dislocada pero en el fondo firme coherencia. Y, quizá con la ayuda del silencio discográfico en solitario que David Crosby mantuvo a continuación durante dieciocho años, se despejó la pieza de orfebrería muy particular pero catalizadora de todo un entorno, en un momento clave, que fue “If I Could Only Remember My Name” (1971). Y pronto creció el culto.
Crosby, Stills, Nash & Young se había confirmado como unidad tan perfecta como inestable con “Déjà Vu” (1970), y al año siguiente ya estaban haciendo cada uno su debut en solitario, excepto Neil Young, que ya iba por el tercero con “After The Gold Rush” (1970). David Crosby se planteó un disco aparentemente colectivo al invitar a mucha gente de su entorno: miembros de Grateful Dead, Jefferson Airplane y Santana, entre otros, además de Joni Mitchell, Graham Nash y Neil Young, en colaboración muy activa.
Esa voluntad comunitaria se plasmaba al inicio del álbum, con esa suerte de “demos gracias a la música” que es “Music Is Love”, junto a Nash & Young, y la pieza más cercana a la idea de jam session, “Cowboy Movie”, que recuerda a los largos desarrollos eléctricos a partir de dos acordes que Young introdujo en “Cowgirl In The Sand” o “Southern Man”, y que CSN&Y convirtieron en una de las grandezas de la banda. Aquí son Jerry Garcia y Young los que pugnan y se enriquecen con sus solos y rítmicas simultáneas, y la excitante versión alternativa que ahora se desvela incluye a un Young más protagonista y desbocado. “What Are Their Names”, firmada por cinco de los participantes, parece una improvisación instrumental a la que se le añade voz y letra de última pero mágica hora.
Pero en “Tamalpais High (At About 3)”, con el apoyo de Nash, en la tintineante “Traction In The Rain” y en la plácida “Song With No Words (Tree With No Leaves)”, Crosby define minuciosamente su gusto por las complejas melodías y armonías vocales, que incomodaban en The Byrds. La emblemática “Laughing” fusiona ambas tendencias: centellea con la calidez vocal de “Déjà Vu”, pero se desliza en un final más lisérgico a base de steel guitar marca Jerry Garcia. La brevedad de “Orleans” y “I’d Swear There Was Somebody Here” completa un puzle de imagen duplicada y aparentemente difusa, pero profunda y certera, libre pero acogedora.
Se conserva el bonus track que se añadió al disco original en anteriores reediciones, “Kids And Dogs”, pero once de las trece piezas del segundo CD son inéditas. Además de las maquetas grabadas más de dos años antes, siempre jugosas y de excepcional sonido (“Laughing”, solo con acústica, es muy diferente pero ya deslumbrante), hay canciones desechadas, como la bellísima “Games”, “The Wall Song” y “Where Will I Be?”, que luego recuperaron Crosby & Nash en su primer álbum a dúo, e intentonas ya muy cuajadas, como “Riff 1”. De las sesiones de grabación se extraen cuatro piezas de indagación en la voz y la guitarra acústica con esa osadía de libertad y perfección armónica, esa “navegación celestial”, como dice Steve Silberman en el libreto de esta edición de 50 aniversario, que Crosby acometió como pocos en los complicados U.S.A. del inicio de los años 70. ∎