“Yo soy callejero, hijo de puta y maligno / Pasa el tiempo y sigo siendo el mismo”, se presenta Jarfaiter a sí mismo en “No soy nadie”, la canción que de título al noveno álbum del rapero abulense, y uno respira satisfecho: frente a los nuevos triunfitos y “benidorcitos”, con sus superficialidades y sus sensibilidades de lágrima fácil, Jarfaiter hace que te caigas de culo.
El rapero, que ya ha cumplido 30 años (según Wikipedia, nació el 1 de enero de 1994 en la localidad abulense de Piedralaves), no solo no ha bajado el pistón de su rap de combate, sino que pareciera que se hubiera comprado un lanzacohetes múltiple Katiusha para lanzar a discreción una auténtica andanada de hostias. Dice que había querido hacer un disco “que sonase a Jarfaiter, a violencia y a oscuridad”. Pues bien: lo ha conseguido.
Jarfaiter (el nombre es algo así como la transcripción fonética del inglés “hard figther”) envuelve su música en drill, pero su esencia es el “no future” del punk, como si se hubieran reencarnado en él los espíritus de Natxo Etxebarrieta, Pakito Rodrigo y Pepín Arteaga, de Cicatriz –grupo al que Jarfaiter ya citaba en la “Intro (Bullying)” de su maqueta de 2012–: una sucesión de esputos en forma de canciones contra todo que, en su caso, sigue resultando creíble: si Kase.O representa el culmen de la forma “positiva” de entender el hip hop –me puedo imaginar lo que Jarfaiter pensaría al ver a la reina Letizia “rapeando” en un acto institucional–, el abulense representa lo contrario, el “realismo sucio”. Una especie de Raymond Carver del rap, creador de frases rotundas como “Crecimos escupiendo en la comida para que no nos la quitaran” (“La honra de los delincuentes”) o “Últimamente tengo ganas de salir a pegar a la gente / sigo siendo el mismo y el mundo es tan diferente” (“Últimamente”) o “Nunca pierdo el culo por el efectivo / a veces por cuatro duros salimos detenidos / otra vez absueltos, aquí seguimos” (“Absueltos”) o “Me agrada que no sea de tu agrado, retrasado / Crecí haciendo el mal y con demonios a mi lado” (“No pedimos cita”)… Desde luego, a Jarfaiter ni siquiera le podemos romantizar como a “Álex”, el protagonista de “Punki” (Blackie Books, 2023), la sensiblera novela de Juarma.
Lo que, en todo caso, podría reprochársele sería un inmovilismo estilístico que lo penaliza (un inmovilismo que también podríamos encontrar en Rosendo o en Robe, que siempre han sonado a Rosendo y Robe) o que sus letras cargadas de mala hostia se sitúen en una eterna adolescencia rabiosa. Pero quien escribe estas líneas, señor de muchos más años, se reconoce en ellas, no solo cuando me entran ganas de montarla en los controles de equipaje de los aeropuertos, sino en lo que me gustaría hacerles a muchos políticos/as, empresarios/as, famosillos/as y niñatos/as de todo pelaje con los/las que me cruzo en la tele a diario. En Jarfaiter redescubro el espíritu de “El odio” (“La haine” en francés, la película de Mathieu Kassovitz estrenada en 1995) y la reacción violenta con que los jóvenes de barrio (José del Olmo Jiménez, su nombre real, aunque vuelve a Piedralaves con frecuencia, donde residen sus padres, vive desde 2010 en el barrio madrileño de Tetuán, el de más población dominicana y latinoamericana de la capital, al que dedica un tema, “Skit Tetuán”, plagado de audios tomados, aparentemente, de la radio, con todo el muestrario de miseria y delincuencia que se respira por sus calles) se rebelan frente al desprecio que sufren por parte de la sociedad biempensante. Es el espíritu de la tribu. La tercera canción del disco, “Absueltos”, se abre con otra declaración de principios: “Tenéis que estar de coña si piensas que voy a grabar con ese puto moñas”. No sé a quien se refiere, pero en el álbum hay producciones y colaboraciones de gente de su entorno musical más cercano: Gecko, Kilvertz, Drippyvon, Marcu, Lowlifedolla, Policarpo, Rvkeli, Sandor García o D.Maccio.
No hace falta ser un experto –ni siquiera alguien especialmente interesado– en el hip hop, el rap, el trap o lo que sea, para que Jarfaiter te atrape. Solo hace falta, eso sí, que no seas un bobalicón sonriente o domesticado: si tu vida es una mierda y tu empleo no impide que figures en la categoría de “pobre”, Jarfaiter te representa. ∎