Álbum

Lídia Pujol

Conversando con CeciliaSatélite K, 2021

La trayectoria, ya extensa, de Lídia Pujol es impecable en todos los sentidos. Se trata de una exploradora y transmisora de emociones, de sensibilidades, de poesía, de desacomplejadas propuestas ancladas en la música tradicional y popular, siempre con el marchamo de genuinidad. Se constata desde sus dos primeros álbumes con Sílvia Comes (1998 y 2000) hasta su quinto en solitario publicado este mismo pandémico año, sin olvidar la participación en el orquestal Lo riu”  (2009), junto con Miquel Gil y Eliseo Parra.

Pujol, dotada de un registro diáfano como el cristal más puro y poderoso, como el verde de la Segarra, la comarca catalana donde reside, vuelve a ejercer de “chamana”, disponiéndose a invocar y rescatar de la lejanía del descuido lo que nunca debió ocupar ese lugar.

Siempre ha habido y habrá grandes canciones que conmueven y hasta revuelven conciencias, pero que con el paso del tiempo son trituradas entre las fauces de la novedad. Injustamente se lanzan al peor de los abismos, el del olvido. No aludo a los estándares “sacarinosos”, siempre tan bien acogidos en restaurantes, ascensores, peluquerías…, sino a otro tipo de ecos. Lídia Pujol recupera de un pecio hundido en la tormenta de la desmemoria y confusión un valioso cofre repleto de composiciones de la cantautora Cecilia (1948-1976), trágicamente adscrita al “Club de los 27”. Ella fue una de las voces más lúcidas de la canción de autor de habla hispana.

Aunque no cultivó la llamada canción protesta, sus letras, aparentemente sencillas, no están exentas de ironía e incluso, en algunos casos, de afilada crítica. Dibujan la complejidad del ser humano y, de forma más o menos sutil, también el retrato de un siniestro momento de la historia de España. Bajo la capa de algunas de sus composiciones subyace el blanco y negro del franquismo, la represión, la falta de libertades o la censura de la que ella misma fue víctima.

Todo ello se recoge en su grito delicado a la vez que robusto al que aderezó con dosis de ternura para equilibrar aquel agrio y rancio panorama. Las miradas contenidas en sus composiciones han sido ahora trasmutadas y reivindicadas por alguien que solo tenía 7 años cuando ella murió, pero que comparte sus mismos sentimientos y que consigue elevar aún más un, en algunos casos, profético legado rebosante de fuerza, compromiso, denuncia, ironía, ternura y amor. No se trata de covers, ni tampoco de versiones transgresoras; las canciones se presentan respetuosas y tan frescas como un ramillete de flores recién cortadas. Pujol las hace suyas, las lleva a su terreno y, al recrear una mayúscula obra, consigue hilvanar otra de igual calado.

En el proceso intuyo que ha aislado la palabra, la voz de Cecilia, despojándola de los antiguos ropajes sonoros, para revestirla con prendas más a medida. Una confección artesana que, como un halo místico, envuelve el conjunto. Todo bajo la deliciosa producción musical y arreglos repartidos entre Carlos Monfort, Dani Espasa, Òscar Roig, Pau Figueras y la misma intérprete. No resulta fácil lograr, como se consigue, la gesta de conectar dos mundos distantes entre sí proyectando uno nuevo. Detrás de la voz, de la intención de Lídia Pujol, en todo momento se siente el latido de la cantautora madrileña. “Conversando con Cecilia” son una veintena de piezas de orfebrería fina, dieciséis de ellas tomadas del repertorio de Evangelina Sobredo Galanes, nombre real de Cecilia. Entre ellas, las populares Ramito de violetas”, “Nada de nada”, “Amor de medianoche” (con música de Juan Carlos Calderón), Doña Estefaldina” (sobre un texto de Valle Inclán), Mi primera comunión", Me quedaré soltera”, Equilibrista” o las parcial o totalmente censuradasMi querida España, “Soldadito de plomo” y “Cíclope”. Para ratificar que en cuestión de arte no existen distancias, lenguas, religiones, barreras… El trabajo armoniza con un recitado sobre palabras de Santa Teresa de Jesús, un tema en latín, “Veni Creator Spiritus - Gayatri Mantra”, con la “complicidad” del teólogo y escritor Raban Maur, fallecido en el 856 de nuestra era, al que se le suma un mantra védico. Redondean la selección dos canciones en catalán, una con un texto en yiddish vinculado a otro de Verdaguer, Poeta i moliner”, musicado por la propia Lídia y Òscar Roig, quien también firma la partitura de Morir”, perteneciente a Maria Mercè Marçal, que la cantante dedica a Cecilia y que cierra el álbum.

“Conversando con Cecilia” es un diálogo franco, preciosista pero sin artificios, que se proyecta al éter para quien desee volver a reencontrase con las canciones de Cecilia o para quien las descubra través de una de las voces con mayor magnetismo de nuestro panorama. Pujol nos ofrece un generoso testimonio donde la admiración y el amor por la cantautora rezuman por todos lados, en cada nota, en cada inflexión, en cada suspiro... Junto a ella, nos revela que mirando a través del retrovisor no solo se ve lo que queda atrás. ∎

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