Megan Thee Stallion ha estado muy activa en redes sociales durante todo el año, casi siempre insistiendo en la misma cosa: su deseo de recuperar el control de su propia narrativa. Contar su propia historia, proyectar la imagen pública que realmente quiere y no la que la industria ha fabricado de ella. Para la ocasión, de hecho, se ha librado, según ella misma reconoció en ‘The Cut’, de todos sus alter ego: la idea de esta nueva etapa era ofrecerse como Megan herself. Tiene guasa que su cameo en “She-Hulk”, la nueva serie de Disney+, vaya sobre una elfa asgardiana con habilidades de cambiaformas que suplanta su identidad para engañar a un abogado y que ella misma salga para decir: “Solo hay una Megan Thee Stallion”. Como insinuando que, efectivamente, Megan es única, pero que en cualquier momento cualquier otra Megan te la puede colar. Nunca se sabe muy bien qué esperar de la rapera de Houston, que en apenas seis años ha acometido su particular ascenso a la realeza del rap en femenino poniéndose al nivel de repercusión –o por encima– de Cardi B.
Pero el hoy pasa por la etiqueta de “vulnerabilidad”. Así se ha vendido en todo momento “Traumazine” desde que Stallion diera pistas sobre el concepto inventado del mismo nombre en sus redes a principios de agosto: básicamente representa ese chute químico que se produce en el cerebro cuando se ve obligado a lidiar con emociones dolorosas provocadas por traumas. Y si todas ellas provienen de cómo ha tenido que sortear –en la vida y en la música– las trabas que normalmente se le ponen a una mujer afroamericana, cuestionando desde su forma física y su manera de vivir su cuerpo y su propia sexualidad hasta sus capacidades como escritora, rapera, performer, “Traumazine” sirve como respuesta, y no podría ser sino enérgica, explícita y empoderada.
Ahí está el difícil balance del segundo disco oficial de Stallion: se muestra vulnerable en las letras, sí, y repasa sus traumas, pero contesta siempre con un empujón. No puede quedar más claro cuando uno da al play y suena “NDA”, un prototípico trap oscuro con motivo de piano que tiene aires de amenaza: “And the next one of y’all blogs wanna spread lies, I’m gon’ sue you / And the next bitch that break my NDA, that go for you too”. Y el mismo tono cabreado sigue resonando de “Ungrateful”, colaboración con el rapero de Memphis Key Glock, a la más olvidable “Who Me”, aunque a veces el disco parezca adquirir un matiz más amargo, como en “Gift & A Curse” o en “Red Wine”, en la que rapea “How could I lose a friend when I never had them?” sobre un fondo de sirope psicodélico que le quedaría como un guante a CupcakKe.
La mala hostia se torna en resentimiento en “Not Nice”, un G-Funk cannábico y virtual, y hasta en nostalgia en la joyita oculta que es “Star”, colaboración con Lucky Day que marca el momento más pop de “Traumazine”. El amor propio y la reivindicación de su feminidad discurren por la fantasmagórica “Scary” –con Rico Nasty– o por “Budget”, con Latto dejando una de las grandes colaboraciones del disco; se disfrazan de beat noventero en una “Plan B” que samplea a Ghostface Killah y tiene algo de Gorillaz, y adoptan la forma de un ball house en “Her” –que se va directa a la maleta de canciones que podría pinchar Beyoncé en el día de su renacimiento–. Es una de las líneas más evidentes que sigue el disco y la personalidad de una artista que entre sus akas cuenta con Hot Girl Meg: una vivencia del sexo libre y explícita sirve como eje central para “Ms. Nasty”, para la sensual “Consistency” (con Jhené Aiko) o para el carísimo featuring de Future en “Presssurelicious” –250.000 dólares, según reconoció la propia Stallion; imagino que los pagó como reconociendo que puede pagarlos, casi con desprecio, no porque los valga de verdad–.
Pero donde más se desmarca “Traumazine” es en “Anxiety”, un tema producido por Grizzly Bear –sí, los de “Two Weeks”–, y en el brillante R&B acelerado de “Flip Flop”, en los que entre otras cosas se abre acerca de la muerte de su madre. O en “Southside Royalty Freestyle”, donde de repente recuerda hasta a Kendrick Lamar en el que es un homenaje al rap de Houston de la mano de los raperos locales Sauce Walka, Big Pokey y Lil Keke. “Traumazine” es, en definitiva, un disco que demuestra sobre todo la estimulante versatilidad de Megan Thee Stallion y su capacidad para cambiar de dirección como le da la gana. ∎