De entrada, este segundo trabajo de los hermanos Muguruza y Kaki Arkarazo ha venido a confirmar todas las sospechas levantadas con su disco de debut,
“Negu Gorriak” (1990). Aquello no fue producto de la casualidad ni del oportunismo.
Negu Gorriak son en la actualidad una de las mejores propuestas dentro del paupérrimo panorama estatal.
Indiscutiblemente, es un nuevo trabajo de compromiso con la raíces y luchas de su País Vasco, una reafirmación de fe y entrega a una tierra desgraciadamente incomprendida desde el exterior. Pero la gran virtud de su coherencia es la universalidad de sus coordenadas musicales. En el disco hay de todo menos silencio:
samples a discreción, guitarras a raudales, ritmos a manta. Eclecticismo con perspectiva de futuro y con los pies en la tierra, no en la moda.
El rock se engrandece y enriquece por la falta de prejuicios, permanece fiel al espíritu original de rebeldía con la gran virtud de no caer en el panfleto, con una sabiduría tan racional como inusual por estos pagos. La música de Negu Gorriak no es simplemente para bailar con la fuerza de las botas en el suelo y los puños golpeando el aire. Es una nueva invitación a la reflexión serena e inteligente sobre una realidad histórica actual, sobre los nuevos caminos musicales en los que el rock encuentra aire puro para seguir corriendo hacia delante.
“Gure jarrera” (“Nuestra postura”) es un trabajo más compacto que el anterior. Lo que en aquel se intuía, aquí se desparrama por todos sus surcos: energía, capacidad de entendimiento de la realidad musical, rock mestizo que estrecha la Mano Negra, que discurre afín a Urban Dance Squad, Red Hot Chili Peppers, Living Colour y el sinfín de nombres que aún nos hacen mantener la esperanza en el rock del futuro. Hay thrash, funk, dub, una versión de Fugazi; mala leche, corrosividad e ironía. Uno de los discos del 91, sin duda. ∎